domingo, 9 de febrero de 2014

Amazonia: etnias, ecología e imperialismo*



Por: Jorge Fava


“...Vienen para quitarnos nuestras tierras. Nos la
están quitando. Hay gente del exterior que ordena
a los brasileños que destruyan nuestras tierras...”
Carta del líder indígena amazónico Davi Kopenawa
Yanomami al presidente del Brasil José Sarney.
Boa Vista, 21 de septiembre de 1989.



1.- Introducción

Las ruinosas condiciones de las economías de los países de América Latina -con extensión al resto del Tercer Mundo-, producto de las inapropiadas políticas económicas de corte neoliberal recomendadas por el FMI (Fondo Monetario Internacional), destinadas a mantener las asimetrías básicas en las relaciones de dominio entre los países en desarrollo y los grandes Estados centrales; el peso agobiante de una deuda externa usuraria y un crónico y alienante subdesarrollo, delinean la humillante realidad de una región del planeta subordinada a los intereses político-económicos de la administración norteamericana y los grandes consorcios internacionales.

Esta situación provoca en dichos países una profundización de las contradicciones socieconómicas en la estructura de clases, ensanchando desmesuradamente la base de la pirámide social y angostando el vértice de la misma, en el que sólo tendrán cabida las élites económicas nacionales como socias menores del imperialismo dominante. Un informe de la CEPAL indica que a partir de la crisis de la deuda externa, en los albores de la década del ’80, los permanentes programas de ajuste auspiciados por el FMI elevaron a 42 millones la cantidad de personas que viven en la pobreza.[1]

Por su parte, la apremiante necesidad de recursos financieros genuinos que los gobiernos latinoamericanos tienen, producto de la situación de espiral descendente sobre las que se hallan montadas sus estructuras económicas, convirtiéndolos, irónicamente, en países en “vía de subdesarrollo”, hace que estas administraciones cautivas accedan a la aplicación de irracionales proyectos de explotación por parte de empresas nacionales, y fundamentalmente transnacionales, de sus recursos naturales no renovables, afectando de manera irreversible extensos ecosistemas de las áreas de reserva y a los grupos étnicos que en ellos habitan. Hay consenso entre los expertos que la manera y el ritmo en que están siendo explotadas las selvas tropicales son ecológicamente destructivos y económicamente insostenibles. Según los cálculos del proyecto de evaluación de los recursos de las florestas tropicales confeccionados por el PNUMA y la FAO, para el año 2000 se habrá destruido como mínimo el 12,5% de los bosques tropicales del planeta (a razón de 7,5 millones de hectáreas entre los años 1980 y 2000), debido a su conversión completa para atender otros usos.[2]

Lo anteriormente expuesto es el resultado de un proceso histórico-político que fracasó en su propósito de liberar a las naciones americanas de la dependencia con la metrópoli de turno. El cambio que se operó en Iberoamérica, transitando del colonialismo, basado en la dominación política, al imperialismo (o neocolonialismo), con mecanismos más sutiles y eficaces orientados tras el objetivo de monopolizar las fuentes mundiales de materia prima, fundamentalmente los minerales, el petróleo y los productos agrícolas,[3] hizo de estos países una región de extracción y atraso perpetuo.

Pero, ¿cómo actúa el imperialismo? “Es sabido –dice David Tieffenberg- que el capitalismo es expansivo por naturaleza. Que las leyes objetivas que lo gobiernan le imponen un desarrollo dinámico. Que el móvil económico que lo impulsa, la ganancia, hace a la esencia misma de su existencia, contribuyendo a su expansión y también a su ocaso por las contradicciones que genera. Que apenas consolidadas las posiciones conquistadas en el mercado interno a base del desarrollo industrial, procura afianzarlas y ensancharlas lanzándose a la conquista de nuevas fuentes de materias primas y alimentos y de mercados de consumo extranjeros para la colocación de sus artículos manufacturados. Que en consecución de tales propósitos emite sus tentáculos en dirección de los países permeables para cubrir esos objetivos estratégicos, a los que somete a su vasallaje o dependencia”.[4]

La situación de permanente inestabilidad económica y vulnerabilidad política de las naciones latinoamericanas, que los organismos de crédito internacional y las grandes corporaciones multinacionales ayudan a crear y de la que no reconocen corresponsabilidad, es expuesta  ante la opinión pública internacional como ejemplo de la incapacidad operativa de estos países para proteger eficientemente sus grandes áreas naturales, promocionadas por ONGs europeas y norteamericanas como patrimonio mundial. Precisando más, digamos que existe una utilización artificiosa por parte de los Estados capitalistas centrales de los desastres étnicos y ecológicos acontecidos al interior de las fronteras de los países latinoamericanos -amplificados mundialmente a través de sus poderosas usinas periodísticas-, como argumento de legitimación de sus intereses imperialistas e injerencia en la región.

Sobre esta base argumental, ubiquemos ahora el problema amazónico que se gestara en 1989.

2.- La cuestión amazónica

Tras un recrudecimiento de las condenas internacionales contra la paulatina depredación de las selvas tropicales del territorio amazónico y la permanente desaparición de poblaciones indígenas (de las que rescatamos la positiva acción de las ONGs auténticamente independientes), las autoridades brasileñas recibieron, oficial o extraoficialmente, de parte de parlamentarios o funcionarios de los Estados Unidos, Holanda y Francia, a los que ahora se suma el Japón, propuestas para que la región amazónica quedara bajo la “supervisión de organismos internacionales especializados”.[5] El elemento de presión utilizado por estos agentes de la “codicia internacional”, como los llamó el entonces ministro de justicia brasileño Días Correa, es el “perdón” de la deuda externa, que en el caso de Brasil ascendía a 118.000 millones de dólares, la mayor de los países en desarrollo.

Pero vayamos por parte. Dijimos que los intereses que estos países representan son los corresponsables, junto a los capitales y gobiernos locales, del genocidio indígena y la vulneración de los principios ecológicos (ecocidio), a través de la insensata explotación que las empresas multinacionales de ese origen realizan en la floresta amazónica. Veamos, pues, algunos antecedentes al respecto: Shelton H. Davis y Patrick Menget comentaban en un ensayo escrito en 1971 que: “...Grandes porciones del territorio de Rondonia fueron ya cedidas a algunas pocas compañías extranjeras. La compañía FERUSA, por ejemplo, una subsidiaria brasileña de la Billiton, que es una unidad de la Royal Dutch Shell, está actualmente explotando estaño en un área de 720.000 acres, cerca de Porto Velho. La Amazonia Mineraçao S.A., una compañía con el 49% del capital controlado por la United States Steel, proyecta explotar, con una inversión inicial de u$s 300 a 400 millones, uno de los más ricos y mayores depósitos mundiales de mineral de hierro ubicado en la Serra do Carajá, en el Estado de Pará. La Georgia Pacific Company, la mayor productora de tablas de Estados Unidos, posee actualmente, y está comenzando a talarlos, 600.000 acres de bosque en el mismo corazón de la Amazonia. De acuerdo a una información de la prensa brasileña, una empresa de dimensiones verdaderamente estatales con sede en Indianápolis, Indiana, reclama la posesión de nada menos que 1.500.000 acres de tierra que está actualmente intentando vender en los Estados Unidos. ‘El mundo sufre de escasez de tierra”, dicen los propietarios de esta empresa, ‘y es natural que los extranjeros, viendo tanta tierra que permanece inutilizada, vengan para colonizarla’. Queda claro, pues, que el moderno pionero de las fronteras amazónicas no es el rudo y primitivo tropero de Sâo Paulo colonial, sino, por el contrario, su status es el mismo de las corporaciones multinacionales y su dirección comercial, aunque por vías más intrincadas, se ubica en el corazón de New York”.[6]

Los indígenas y la biodiversidad son las principales víctimas de la deforestación
de la Amazonia (foto Carlos Ruggi-IWGIA).

A la luz de la cita anterior, cabe entonces preguntarnos: ¿están estos consorcios internacionales verdaderamente preocupados por la necesaria e impostergable protección a la ecología amazónica y a sus poblaciones indígenas, superando las contradicciones que subsisten en la sociedad brasileña? Por supuesto la respuesta es NO. La oferta de febrero de 1990 de la empresa Bishimetal Corporation Ltda., subsidiaria del consorcio japonés Mitsubishi, versión luego pretendidamente desmentida por la propia empresa, tenía sus ojos puestos en los yacimientos de oro del Amazonas cuya valuación asciende a los 260.000 millones de dólares.[7] Así como tampoco ignoran estas compañías que los inmensos bancos genéticos vegetales representan un tesoro en ADN que la ingeniería genética de las corporaciones agroindustriales y farmacológicas habrá de convertir en extraordinarias ganancias. Téngase en cuenta que el mercado mundial de semillas aporta a las grandes compañías biotecnológicas una ganancia de 15.000 millones de dólares anuales, que hasta hoy nunca ha sido compartida con los países propietarios de la materia prima genética.[8] Según un informe oficial de la cancillería ecuatoriana, la subregión de la cuenca amazónica, unos 7,2 millones de kilómetros cuadrados, posee además ricos yacimientos de bauxita, estaño, manganeso, sal, gema, petróleo, oro, hierro y diamantes.[9]

La nómina de empresas mineradoras de origen estatal, privado y multinacional que tienen pretensiones sobre aproximadamente 2/3 de las tierras indígenas yanomamis del Estado de Roraima (Brasil), incluye a: Cía. Mineraçâo e Participaçôes, Best, Pompéia, Crasa, Aracati, Mequimbrás, Vila do Príncipe, J.R. Scalabrin, Peguina, Vale do Sâo Joâo, Montes de Roraima, Tratex, Codesaima, Brumadinho, Mineral, Parima, Curd, Mearim, Itacuá, Paranapanema, Rio Vivenda, Brascan, CPRM, Mutum y Bozzano Simonsen, según relevamiento de CEDI/CONAGE-1986.[10]

En el contexto de las relaciones entre los pueblos indígenas y la sociedad nacional brasileña, las contradicciones interétnicas aparecen como producto de los distintos intereses de grupo, que en la lucha por la reivindicación de los derechos aborígenes tienden a expresarse con total claridad y crudeza. Los justos planteos y reclamos de las etnias del área amazónica son con frecuencia desatendidos por la burocracia indigenista oficial, sometiendo a serios perjuicios a dichos grupos.

¿Es entonces correcto adjudicar la totalidad de la responsabilidad por el exterminio indígena a los sucesivos gobiernos brasileños? “...el informe oficial presentado en marzo de 1968 por Jáder Figueiredo –rememora Adolfo Colombres- no sólo sacó a la luz muchas matanzas de indígenas, sino que puso también de manifiesto el papel jugado en las mismas por los capitales foráneos. Desde la concesión de un millón de hectáreas a Henry Ford sobre el río Tapajós (Fordlandia y Beltera), la injerencia de Estados Unidos en la Amazonia había ido en paulatino ascenso...”.[11] En la década del ’60, luego de una intensiva prospección aerofotogramétrica en el área en busca de minerales estratégicos realizada por especialistas de los EEUU, en la que fueron utilizados aviones de la U.S.A.F., y de que se rebelaran en aquel país las enormes riquezas allí existentes: “...Vinieron entonces las compras masivas de tierras –continúa diciendo Colombres-, planificadas de modo de formar un cordón para aislar a la Amazonia del resto del país, cortando así en varias partes el frente de expansión de la sociedad nacional. (...) La Comisión Parlamentaria presidida por Jáder Figueiredo determinó que los extranjeros habían quitado en los últimos años cinco millones de hectáreas a las poblaciones indígenas de la Amazonia, sólo en el Brasil. Rockefeller poseía en el Estado de Mato Grosso 531.000 hectáreas, y extensiones menores en otros sitios. (...) Sigamos con el balance: Locamshire Investment Company: un millón de hectáreas en el Mato Grosso. James Bryan Choate, 430.000 en Rondonia, sobre un territorio adjudicado a los indígenas. Los citados últimamente integraban un grupo que reúne 2.300.000 hectáreas, la franja de que hablara la Comisión Parlamentaria, que tocaba los estados de Mato Grosso, Piauí, Bahía y Amazonas. La Stanley Selling había vendido al gobierno de los Estados Unidos municipios enteros en Goiás. Por cierto que no contaban los indios que allí vivían, verdaderos propietarios de esas tierras. Pronto serían expulsados o muertos, o se los incorporaría al trabajo forzado. (...) Los guarismos bastan para explicarlo todo. Al comenzar el siglo se estimaba en dos millones la población indígena del Brasil. En 1922, 1.250.000. En 1957 no llegan a cien mil, y hoy esa cantidad es menor...”.[12]

Como vemos, histórica e invariablemente, el móvil es la ganancia y el costo la aniquilación de la selva tropical y sus habitantes, víctimas de la inescrupulosa depredación realizada por las grandes corporaciones extranacionales que ahora reclaman, a través de sus funcionarios gubernamentales, el territorio amazónico para convertirlo en un área protegida por y para sus propios intereses, esgrimiendo principios que han violado sistemáticamente. Entretanto los informes sobre la situación de la Amazonia son alarmantes: en julio de 1989, climatólogos, físicos y analistas de sistemas pertenecientes al Instituto de Investigaciones Espaciales de San Pablo, basado en la observación de fotografías satelitales y un pormenorizado análisis, concluyeron que solamente en 1987 se incendió una superficie de aproximadamente 80.000 kilómetros cuadrados, las conocidas “queimadas”, y que a un ritmo constante en tan solo cincuenta años el Amazonas entero habrá desaparecido.[13]

Estas imágenes por satélite, que muestran la misma sección de la selva brasileña del río Amazonas,
fueron tomadas en 1975 (izquierda), 1986 (centro) y 1992 (derecha). Las estrías diagonales indican la
destrucción progresiva de los árboles durante un período de 17 años. Entre las actividades humanas que
produjeron esa creciente deforestación destacan la industria maderera, la agricultura, la minería y las
explotaciones de petróleo, así como actividades de subsistencia a pequeña escala, como la agricultura de
tala y quema, la producción de carbón vegetal y la recolección de leña. (Microsoft ® Encarta ® 2007.
© 1993-2006 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos).

¿Cuál es la carta entonces que los grandes Estados capitalistas pretenden hacer jugar a favor de sus intereses? El cumplimiento de los compromisos contraídos con los países acreedores en el pago de las usurarias deudas externas de América Latina, ha provocado el fenómeno que los economistas llaman la explosión de la deuda. Eduardo Galeano la describe como: “...el círculo vicioso de la estrangulación: los empréstitos aumentan y las inversiones se suceden y en consecuencia crecen los pagos por amortizaciones, intereses, dividendos y otros servicios; para cumplir con esos pagos se recurren a nuevas inyecciones de capital extranjero, que generan compromisos mayores, y así sucesivamente. El servicio de la deuda devora una proporción creciente de los ingresos por exportaciones, de por sí impotentes –por obra del inflexible deterioro de los precios- para financiar las importaciones necesarias; los nuevos préstamos se hacen imprescindibles, como el aire al pulmón, para que los países puedan abastecerse...”.[14] Solamente en el período 1982/87 la deuda externa de los países latinoamericanos creció de 330 a 410.000 millones de dólares, no obstante que en dicho lapso de tiempo la región transfirió al exterior 150.000 millones de dólares, suma que equivale al 50% del total de lo adeudado en el año 1982. La crisis de la deuda es de tal magnitud, que según un informe del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) la década del ’80 puede considerarse perdida para América Latina.[15] Ante esta situación de cautividad económica, el Brasil es presionado por sus acreedores, principalmente los Estados Unidos, a ceder a los intereses internacionales la soberanía de la Amazonia, la porción de su territorio más prolifera en riquezas naturales, ofreciéndole a cambio la condonación de la deuda externa, decretando consecuentemente la hipoteca de su futuro como nación desarrollada e independiente.

SWAPS ECOLÓGICOS (Cifras en u$s millones)
PAÍS                         DEUDA             VALOR                COMPRADOR
                               CANJEADA      MERCADO
Bolivia                          0,6                     0,1             International Conservation (IC)     
Ecuador                        1,0                     0,4             Word Wildlife Fund (WWP)
Costa Rica                    5,4                     0,9             Servicio de Parques Nacionales
Costa Rica                  33,0                     5,0             Holanda
Costa Rica                    5,6                     0,8             The Nature Conservancy
Ecuador                        9,0                     1,1              Missouri Botanical Gardens/WWF
R. Dominic.                  0,6                     0,1              Puerto Rico Conservation Trust
Costa Rica                  10,7                     1,9             Suecia/WWF/The Nature Cons. (IC)
México                          4,0                     2,6             IC
TOTAL                        94,4                   16,4
Fuente: AMERÍCA ECONOMIA/Nº 50, mayo de 1991.

Este mecanismo conocido internacionalmente como “debt for nature” y que consiste en el canje de deuda por naturaleza (DxN), ha sido aplicado ya en algunos países de Latinoamérica[16] con aportes irrisorios de dinero debido al bajo valor de cotización de los títulos de la deuda. Veamos el caso de Costa Rica: se le canjearon a este país centroamericano 68,5 millones de dólares que significaron para los inversionistas un aporte real de dinero de sólo 10 millones de dólares, ya que los títulos de la deuda de ese país habían descendido en el mercado secundario al 16% de su cotización nominal. El dinero fue suministrado por organizaciones privadas de los Estados Unidos, Europa y el gobierno de Holanda. En Bolivia mientras tanto el canje inicial se amplió de 130.000 a 1.500.000 hectáreas de la reserva ecológica “El Beni”.[17] La lista se completa con otros países de la periferia (ver cuadro).

3.- Conclusión

En febrero de 1989, en declaraciones a la prensa, el ministro de ejército brasileño Pires Goncalves expresaba sin convencer: “Brasil, un país maduro, no cederá en su decisión de resolver sus propios problemas”.[18]

Mientras tanto, la zanahoria está servida. El canje de las gigantescas deudas externas que asfixian las economías de los países latinoamericanos es la llave con la que los grandes consorcios internacionales pretenden abrir la puerta de acceso a los inmensos recursos naturales de la región. Y la Amazonia parece ser el gran botín.



* Publicado en la revista Debate para un proyecto de integración suramericana. Nº 16. Año 5. Buenos Aires, octubre/diciembre 1992. Págs. 44-47. Artículo modificado para la presente publicación.
[1] Diario Clarín. Buenos Aires, 07/05/90.
[2] PNUMA: El Medio Ambiente en el Diálogo entre los Países Desarrollados y los Países en Desarrollo y Dentro de Cada Uno de estos Grupos de Países. Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Nairobi, 1984. Pág. 28.
[3] RIBEIRO, Darcy: Las Américas y la Civilización. Buenos Aires, 1985. Pág. 428.
[4] TIEFFENBERG, David: Cuatro Revoluciones en América Latina. Buenos Aires, 1984. Pág. 11.
[5] Diario Clarín. Buenos Aires, 11/02/89.
[6] DAVIS, Shelton H. y MENGET, Patrick: Pueblos Primitivos e Ideologías Civilizadas en el Brasil. En: Los Indios y la Antropología en América Latina. Coordinación Carmen Junqueira y Edgar de A. Carvalho. Buenos Aires, 1984. Págs. 93 y 94.
[7] Diario Clarín. Buenos Aires, 05/02/90.
[8] ARIAS, Daniel: Remarcando Precios en la Jungla. Suplemento de Ciencia y Técnica del diario Clarín. Buenos Aires, 20/06/89.
[9] Diario Clarín. Buenos Aires, 06/03/89.
[10] GRAZIANO, Fº, Romeo: Mineraçâo: o Esbulho das Terras Yanomamis. (Histórico das Invasôes: 19751989). Boletim URIHI. Sâo Paulo, dezembro1989, pág.46.
[11] COLOMBRES, Adolfo: La Colonización Cultural de la América Indígena. Quito, 1976. Pág. 121.
[12] Idem, págs. 121-123.
[13] MOLEDO, Leonardo: Las Cifras de un Desastre Ecológico. Suplemento de Ciencia y Técnica del diario Clarín. Buenos Aires, 28/03/89.
[14] GALEANO, Eduardo: Las Venas Abiertas de América Latina. Buenos Aires, 1984. Pág. 391.
[15] Trámite Parlamentario Nº 109. Cámara de Diputados de la Nación. Buenos Aires, 30/09/88. Publicado en la revista Huaico Nº 35. S.S. de Jujuy, junio de 1989. Págs. 5 y 6. Según una evaluación del New York Times publicada el 01/08/92, la deuda externa latinoamericana sigue creciendo a pesar de los acuerdos logrados con la banca acreedora para reducirla. La región debe actualmente una cifra superior a los 435.000 millones de dólares, que se estima alcanzará los 442.000 millones de dólares en 1993 (Diario Clarín. Buenos Aires, 02/08/92).
[16] En mayo de 1990 visitó la ciudad de Buenos Aires el alemán Konrad von Moltke, representante de Vida Silvestre Internacional cuya filial en la Argentina es la Fundación Ambiente y Recursos Naturales, con el objeto de estudiar la factibilidad de realizar en este país operaciones “DxN”. (Diario La Nación. Buenos Aires, 27/05/90).
[17] KANDEL, Pablo: El Negocio de Canjear Deuda por Naturaleza. Diario Clarín. Buenos Aires, 27/05/90.
[18] Diario Clarín. Buenos Aires, 11/02/89. No debe confundirse, como desde algunos sectores militares brasileños se pretende hacer, los cuestionables swaps ecológicos con las necesarias demarcaciones de áreas continuas o parques indígenas en territorio amazónico, las que cuentan con el aval de respetables ONGs nacionales e internacionales.


CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO:

FAVA, Jorge: 2014 [1992], “Amazonia: etnias, ecología e imperialismo”. Disponible en línea: <www.larevolucionseminal.blogspot.com.ar/
2014/02/amazonia-etnias-ecologia-e-imperialismo_21.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].