Por: Jorge Fava
“...Vienen para quitarnos nuestras tierras. Nos la
están quitando. Hay gente del exterior que ordena
a los brasileños que destruyan nuestras tierras...”
Carta del líder indígena amazónico Davi Kopenawa
Yanomami al presidente del Brasil José Sarney.
Boa Vista, 21 de septiembre de 1989.
1.- Introducción
Las ruinosas condiciones de las economías de los países de
América Latina -con extensión al resto del Tercer Mundo-, producto de las
inapropiadas políticas económicas de corte neoliberal recomendadas por el FMI (Fondo Monetario
Internacional), destinadas a mantener las asimetrías básicas en las relaciones
de dominio entre los países en desarrollo y los grandes Estados centrales; el
peso agobiante de una deuda externa usuraria y un crónico y alienante
subdesarrollo, delinean la humillante realidad de una región del planeta
subordinada a los intereses político-económicos de la administración
norteamericana y los grandes consorcios internacionales.
Esta situación provoca
en dichos países una profundización de las contradicciones socieconómicas en la
estructura de clases, ensanchando desmesuradamente la base de la pirámide
social y angostando el vértice de la misma, en el que sólo tendrán cabida las élites
económicas nacionales como socias menores del imperialismo dominante. Un
informe de la CEPAL
indica que a partir de la crisis de la deuda externa, en los albores de la
década del ’80, los permanentes programas de ajuste auspiciados por el FMI
elevaron a 42 millones la cantidad de personas que viven en la pobreza.[1]
Por su parte, la apremiante
necesidad de recursos financieros genuinos que los gobiernos latinoamericanos
tienen, producto de la situación de espiral descendente sobre las que se hallan
montadas sus estructuras económicas, convirtiéndolos, irónicamente, en países
en “vía de subdesarrollo”, hace que estas administraciones cautivas accedan a
la aplicación de irracionales proyectos de explotación por parte de empresas
nacionales, y fundamentalmente transnacionales, de sus recursos naturales no
renovables, afectando de manera irreversible extensos ecosistemas de las áreas
de reserva y a los grupos étnicos que en ellos habitan. Hay consenso entre los
expertos que la manera y el ritmo en que están siendo explotadas las selvas
tropicales son ecológicamente destructivos y económicamente insostenibles.
Según los cálculos del proyecto de evaluación de los recursos de las florestas
tropicales confeccionados por el PNUMA y la FAO , para el año 2000 se habrá destruido como
mínimo el 12,5% de los bosques tropicales del planeta (a razón de 7,5 millones
de hectáreas entre los años 1980 y 2000), debido a su conversión completa para
atender otros usos.[2]
Lo anteriormente
expuesto es el resultado de un proceso histórico-político que fracasó en su
propósito de liberar a las naciones americanas de la dependencia con la
metrópoli de turno. El cambio que se operó en Iberoamérica, transitando del
colonialismo, basado en la dominación política, al imperialismo (o
neocolonialismo), con mecanismos más sutiles y eficaces orientados tras el
objetivo de monopolizar las fuentes mundiales de materia prima,
fundamentalmente los minerales, el petróleo y los productos agrícolas,[3] hizo de estos
países una región de extracción y atraso perpetuo.
Pero, ¿cómo actúa
el imperialismo? “Es sabido –dice David Tieffenberg- que el capitalismo es
expansivo por naturaleza. Que las leyes objetivas que lo gobiernan le imponen
un desarrollo dinámico. Que el móvil económico que lo impulsa, la ganancia, hace
a la esencia misma de su existencia, contribuyendo a su expansión y también a
su ocaso por las contradicciones que genera. Que apenas consolidadas las
posiciones conquistadas en el mercado interno a base del desarrollo industrial,
procura afianzarlas y ensancharlas lanzándose a la conquista de nuevas fuentes
de materias primas y alimentos y de mercados de consumo extranjeros para la
colocación de sus artículos manufacturados. Que en consecución de tales
propósitos emite sus tentáculos en dirección de los países permeables para
cubrir esos objetivos estratégicos, a los que somete a su vasallaje o
dependencia”.[4]
La situación de
permanente inestabilidad económica y vulnerabilidad política de las naciones
latinoamericanas, que los organismos de crédito internacional y las grandes corporaciones
multinacionales ayudan a crear y de la que no reconocen corresponsabilidad, es expuesta
ante la opinión pública internacional como
ejemplo de la incapacidad operativa de estos países para proteger
eficientemente sus grandes áreas naturales, promocionadas por ONGs europeas y norteamericanas
como patrimonio mundial. Precisando más, digamos que existe una utilización
artificiosa por parte de los Estados capitalistas centrales de los desastres
étnicos y ecológicos acontecidos al interior de las fronteras de los países
latinoamericanos -amplificados mundialmente a través de sus poderosas usinas
periodísticas-, como argumento de legitimación de sus intereses imperialistas e
injerencia en la región.
Sobre esta base argumental,
ubiquemos ahora el problema amazónico que se gestara en 1989.
2.- La cuestión amazónica
Tras un
recrudecimiento de las condenas internacionales contra la paulatina depredación
de las selvas tropicales del territorio amazónico y la permanente desaparición
de poblaciones indígenas (de las que rescatamos la positiva acción de las ONGs
auténticamente independientes), las autoridades brasileñas recibieron, oficial
o extraoficialmente, de parte de parlamentarios o funcionarios de los Estados
Unidos, Holanda y Francia, a los que ahora se suma el Japón, propuestas para
que la región amazónica quedara bajo la “supervisión de organismos
internacionales especializados”.[5] El elemento de
presión utilizado por estos agentes de la “codicia internacional”, como los
llamó el entonces ministro de justicia brasileño Días Correa, es el “perdón” de
la deuda externa, que en el caso de Brasil ascendía a 118.000 millones de
dólares, la mayor de los países en desarrollo.
Pero vayamos por
parte. Dijimos que los intereses que estos países representan son los
corresponsables, junto a los capitales y gobiernos locales, del genocidio
indígena y la vulneración de los principios ecológicos (ecocidio), a través de
la insensata explotación que las empresas multinacionales de ese origen realizan
en la floresta amazónica. Veamos, pues, algunos antecedentes al respecto: Shelton
H. Davis y Patrick Menget comentaban en un ensayo escrito en 1971 que:
“...Grandes porciones del territorio de Rondonia fueron ya cedidas a algunas
pocas compañías extranjeras. La compañía FERUSA, por ejemplo, una subsidiaria
brasileña de la Billiton ,
que es una unidad de la
Royal Dutch Shell, está actualmente explotando estaño en un
área de 720.000 acres, cerca de Porto Velho. La Amazonia Mineraçao
S.A., una compañía con el 49% del capital controlado por la United States Steel,
proyecta explotar, con una inversión inicial de u$s 300 a 400 millones, uno de
los más ricos y mayores depósitos mundiales de mineral de hierro ubicado en la Serra do Carajá, en el
Estado de Pará. La
Georgia Pacific Company, la mayor productora de tablas de
Estados Unidos, posee actualmente, y está comenzando a talarlos, 600.000 acres
de bosque en el mismo corazón de la Amazonia. De acuerdo a una información de la
prensa brasileña, una empresa de dimensiones verdaderamente estatales con sede
en Indianápolis, Indiana, reclama la posesión de nada menos que 1.500.000 acres
de tierra que está actualmente intentando vender en los Estados Unidos. ‘El
mundo sufre de escasez de tierra”, dicen los propietarios de esta empresa, ‘y
es natural que los extranjeros, viendo tanta tierra que permanece inutilizada,
vengan para colonizarla’. Queda claro, pues, que el moderno pionero de las
fronteras amazónicas no es el rudo y primitivo tropero de Sâo Paulo colonial,
sino, por el contrario, su status es el mismo de las corporaciones
multinacionales y su dirección comercial, aunque por vías más intrincadas, se
ubica en el corazón de New York”.[6]
Los indígenas y la biodiversidad son las principales víctimas de la deforestación de la Amazonia (foto Carlos Ruggi-IWGIA). |
A la luz de la
cita anterior, cabe entonces preguntarnos: ¿están estos consorcios
internacionales verdaderamente preocupados por la necesaria e impostergable
protección a la ecología amazónica y a sus poblaciones indígenas, superando las
contradicciones que subsisten en la sociedad brasileña? Por supuesto la
respuesta es NO. La oferta de febrero de 1990 de la empresa Bishimetal
Corporation Ltda., subsidiaria del consorcio japonés Mitsubishi, versión luego
pretendidamente desmentida por la propia empresa, tenía sus ojos puestos en los
yacimientos de oro del Amazonas cuya valuación asciende a los 260.000 millones
de dólares.[7] Así como tampoco
ignoran estas compañías que los inmensos bancos genéticos vegetales representan
un tesoro en ADN que la ingeniería genética de las corporaciones
agroindustriales y farmacológicas habrá de convertir en extraordinarias
ganancias. Téngase en cuenta que el mercado mundial de semillas aporta a las
grandes compañías biotecnológicas una ganancia de 15.000 millones de dólares
anuales, que hasta hoy nunca ha sido compartida con los países propietarios de
la materia prima genética.[8] Según un informe
oficial de la cancillería ecuatoriana, la subregión de la cuenca amazónica,
unos 7,2 millones de kilómetros cuadrados, posee además ricos yacimientos de
bauxita, estaño, manganeso, sal, gema, petróleo, oro, hierro y diamantes.[9]
La nómina de
empresas mineradoras de origen estatal, privado y multinacional que tienen
pretensiones sobre aproximadamente 2/3 de las tierras indígenas yanomamis del
Estado de Roraima (Brasil), incluye a: Cía. Mineraçâo e Participaçôes, Best,
Pompéia, Crasa, Aracati, Mequimbrás, Vila do Príncipe, J.R. Scalabrin, Peguina,
Vale do Sâo Joâo, Montes de Roraima, Tratex, Codesaima, Brumadinho, Mineral,
Parima, Curd, Mearim, Itacuá, Paranapanema, Rio Vivenda, Brascan, CPRM, Mutum y
Bozzano Simonsen, según relevamiento de CEDI/CONAGE-1986.[10]
En el contexto de
las relaciones entre los pueblos indígenas y la sociedad nacional brasileña,
las contradicciones interétnicas aparecen como producto de los distintos
intereses de grupo, que en la lucha por la reivindicación de los derechos
aborígenes tienden a expresarse con total claridad y crudeza. Los justos
planteos y reclamos de las etnias del área amazónica son con frecuencia
desatendidos por la burocracia indigenista oficial, sometiendo a serios perjuicios
a dichos grupos.
¿Es entonces
correcto adjudicar la totalidad de la responsabilidad por el exterminio
indígena a los sucesivos gobiernos brasileños? “...el informe oficial presentado
en marzo de 1968 por Jáder Figueiredo –rememora Adolfo Colombres- no sólo sacó
a la luz muchas matanzas de indígenas, sino que puso también de manifiesto el
papel jugado en las mismas por los capitales foráneos. Desde la concesión de un
millón de hectáreas a Henry Ford sobre el río Tapajós (Fordlandia y Beltera), la
injerencia de Estados Unidos en la
Amazonia había ido en paulatino ascenso...”.[11] En la década del
’60, luego de una intensiva prospección aerofotogramétrica en el área en busca
de minerales estratégicos realizada por especialistas de los EEUU, en la que
fueron utilizados aviones de la
U.S .A.F., y de que se rebelaran en aquel país las enormes
riquezas allí existentes: “...Vinieron entonces las compras masivas de tierras
–continúa diciendo Colombres-, planificadas de modo de formar un cordón para
aislar a la Amazonia
del resto del país, cortando así en varias partes el frente de expansión de la
sociedad nacional. (...) La Comisión Parlamentaria presidida por Jáder
Figueiredo determinó que los extranjeros habían quitado en los últimos años
cinco millones de hectáreas a las poblaciones indígenas de la Amazonia , sólo en el
Brasil. Rockefeller poseía en el Estado de Mato Grosso 531.000 hectáreas, y
extensiones menores en otros sitios. (...) Sigamos con el balance: Locamshire
Investment Company: un millón de hectáreas en el Mato Grosso. James Bryan
Choate, 430.000 en Rondonia, sobre un territorio adjudicado a los indígenas.
Los citados últimamente integraban un grupo que reúne 2.300.000 hectáreas, la
franja de que hablara la Comisión Parlamentaria , que tocaba los estados de
Mato Grosso, Piauí, Bahía y Amazonas. La Stanley Selling
había vendido al gobierno de los Estados Unidos municipios enteros en Goiás.
Por cierto que no contaban los indios que allí vivían, verdaderos propietarios
de esas tierras. Pronto serían expulsados o muertos, o se los incorporaría al
trabajo forzado. (...) Los guarismos bastan para explicarlo todo. Al comenzar
el siglo se estimaba en dos millones la población indígena del Brasil. En 1922,
1.250.000. En 1957 no llegan a cien mil, y hoy esa cantidad es menor...”.[12]
Como vemos,
histórica e invariablemente, el móvil es la ganancia y el costo la aniquilación
de la selva tropical y sus habitantes, víctimas de la inescrupulosa depredación
realizada por las grandes corporaciones extranacionales que ahora reclaman, a
través de sus funcionarios gubernamentales, el territorio amazónico para
convertirlo en un área protegida por y para sus propios intereses, esgrimiendo
principios que han violado sistemáticamente. Entretanto los informes sobre la
situación de la Amazonia
son alarmantes: en julio de 1989, climatólogos, físicos y analistas de sistemas
pertenecientes al Instituto de Investigaciones Espaciales de San Pablo, basado
en la observación de fotografías satelitales y un pormenorizado análisis, concluyeron
que solamente en 1987 se incendió una superficie de aproximadamente 80.000
kilómetros cuadrados, las conocidas “queimadas”, y que a un ritmo constante en
tan solo cincuenta años el Amazonas entero habrá desaparecido.[13]
¿Cuál es la carta
entonces que los grandes Estados capitalistas pretenden hacer jugar a favor de
sus intereses? El cumplimiento de los compromisos contraídos con los países
acreedores en el pago de las usurarias deudas externas de América Latina, ha
provocado el fenómeno que los economistas llaman la explosión de la deuda.
Eduardo Galeano la describe como: “...el círculo vicioso de la estrangulación:
los empréstitos aumentan y las inversiones se suceden y en consecuencia crecen
los pagos por amortizaciones, intereses, dividendos y otros servicios; para
cumplir con esos pagos se recurren a nuevas inyecciones de capital extranjero,
que generan compromisos mayores, y así sucesivamente. El servicio de la deuda
devora una proporción creciente de los ingresos por exportaciones, de por sí impotentes
–por obra del inflexible deterioro de los precios- para financiar las
importaciones necesarias; los nuevos préstamos se hacen imprescindibles, como
el aire al pulmón, para que los países puedan abastecerse...”.[14] Solamente en el
período 1982/87 la deuda externa de los países latinoamericanos creció de 330 a
410.000 millones de dólares, no obstante que en dicho lapso de tiempo la región
transfirió al exterior 150.000 millones de dólares, suma que equivale al 50%
del total de lo adeudado en el año 1982. La crisis de la deuda es de tal
magnitud, que según un informe del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) la
década del ’80 puede considerarse perdida para América Latina.[15] Ante esta
situación de cautividad económica, el Brasil es presionado por sus acreedores,
principalmente los Estados Unidos, a ceder a los intereses internacionales la
soberanía de la Amazonia ,
la porción de su territorio más prolifera en riquezas naturales, ofreciéndole a
cambio la condonación de la deuda externa, decretando consecuentemente la
hipoteca de su futuro como nación desarrollada e independiente.
SWAPS ECOLÓGICOS
(Cifras en u$s millones)
|
PAÍS
DEUDA VALOR COMPRADOR
CANJEADA MERCADO
|
Bolivia 0,6 0,1 International Conservation
(IC)
|
Costa Rica 5,4 0,9 Servicio de Parques Nacionales
|
Costa Rica
33,0
5,0 Holanda
|
Ecuador
9,0 1,1 Missouri Botanical Gardens/WWF
|
R. Dominic. 0,6 0,1 Puerto Rico Conservation Trust
|
Costa Rica 10,7 1,9 Suecia/WWF/The Nature Cons. (IC)
|
México 4,0 2,6 IC
|
TOTAL 94,4 16,4
|
Fuente: AMERÍCA ECONOMIA/Nº 50, mayo de 1991.
|
Este mecanismo
conocido internacionalmente como “debt
for nature” y que consiste en el canje de deuda por naturaleza (DxN), ha
sido aplicado ya en algunos países de Latinoamérica[16]
con aportes irrisorios de dinero debido al bajo valor de cotización de los
títulos de la deuda. Veamos el caso de Costa Rica: se le canjearon a este país
centroamericano 68,5 millones de dólares que significaron para los
inversionistas un aporte real de dinero de sólo 10 millones de dólares, ya que
los títulos de la deuda de ese país habían descendido en el mercado secundario
al 16% de su cotización nominal. El dinero fue suministrado por organizaciones
privadas de los Estados Unidos, Europa y el gobierno de Holanda. En Bolivia
mientras tanto el canje inicial se amplió de 130.000 a 1.500.000 hectáreas
de la reserva ecológica “El Beni”.[17] La lista se
completa con otros países de la periferia (ver cuadro).
3.- Conclusión
En febrero de
1989, en declaraciones a la prensa, el ministro de ejército brasileño Pires
Goncalves expresaba sin convencer: “Brasil, un país maduro, no cederá en su
decisión de resolver sus propios problemas”.[18]
Mientras tanto, la
zanahoria está servida. El canje de las gigantescas deudas externas que
asfixian las economías de los países latinoamericanos es la llave con la que
los grandes consorcios internacionales pretenden abrir la puerta de acceso a
los inmensos recursos naturales de la región. Y la Amazonia parece ser el
gran botín.
* Publicado en la revista Debate para un proyecto de integración suramericana. Nº 16. Año 5. Buenos Aires, octubre/diciembre 1992. Págs. 44-47. Artículo modificado para la presente publicación.
[1] Diario Clarín. Buenos
Aires, 07/05/90.
[2]
PNUMA: El Medio Ambiente en el Diálogo entre los Países Desarrollados y los
Países en Desarrollo y Dentro de Cada Uno de estos Grupos de Países. Programa
de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Nairobi, 1984. Pág. 28.
[3] RIBEIRO, Darcy: Las
Américas y la
Civilización. Buenos Aires, 1985. Pág. 428.
[4] TIEFFENBERG, David: Cuatro
Revoluciones en América Latina. Buenos Aires, 1984. Pág. 11.
[5] Diario Clarín. Buenos
Aires, 11/02/89.
[6]
DAVIS, Shelton H. y MENGET, Patrick: Pueblos Primitivos e Ideologías
Civilizadas en el Brasil. En: Los Indios y la Antropología en
América Latina. Coordinación Carmen Junqueira y Edgar de A. Carvalho. Buenos
Aires, 1984. Págs. 93 y 94.
[7] Diario Clarín. Buenos
Aires, 05/02/90.
[8]
ARIAS, Daniel: Remarcando Precios en la Jungla. Suplemento
de Ciencia y Técnica del diario Clarín. Buenos Aires, 20/06/89.
[9] Diario Clarín. Buenos
Aires, 06/03/89.
[10]
GRAZIANO, Fº, Romeo: Mineraçâo: o Esbulho das Terras Yanomamis. (Histórico das
Invasôes: 19751989). Boletim URIHI. Sâo Paulo, dezembro1989, pág.46.
[11] COLOMBRES, Adolfo: La Colonización Cultural
de la América
Indígena. Quito, 1976. Pág. 121.
[12] Idem, págs. 121-123.
[13]
MOLEDO, Leonardo: Las Cifras de un Desastre Ecológico. Suplemento de Ciencia y
Técnica del diario Clarín. Buenos Aires, 28/03/89.
[14] GALEANO, Eduardo: Las
Venas Abiertas de América Latina. Buenos Aires, 1984. Pág. 391.
[15]
Trámite Parlamentario Nº 109. Cámara de Diputados de la Nación. Buenos
Aires, 30/09/88. Publicado en la revista Huaico Nº 35. S.S. de Jujuy, junio de
1989. Págs. 5 y 6. Según una evaluación del New York Times publicada el
01/08/92, la deuda externa latinoamericana sigue creciendo a pesar de los
acuerdos logrados con la banca acreedora para reducirla. La región debe
actualmente una cifra superior a los 435.000 millones de dólares, que se estima
alcanzará los 442.000 millones de dólares en 1993 (Diario Clarín. Buenos Aires,
02/08/92).
[16] En
mayo de 1990 visitó la ciudad de Buenos Aires el alemán Konrad von Moltke,
representante de Vida Silvestre Internacional cuya filial en la Argentina es la Fundación Ambiente
y Recursos Naturales, con el objeto de estudiar la factibilidad de realizar en
este país operaciones “DxN”. (Diario La Nación. Buenos
Aires, 27/05/90).
[17] KANDEL, Pablo: El Negocio
de Canjear Deuda por Naturaleza. Diario Clarín. Buenos Aires, 27/05/90.
[18]
Diario Clarín. Buenos Aires, 11/02/89. No debe confundirse, como desde algunos
sectores militares brasileños se pretende hacer, los cuestionables swaps
ecológicos con las necesarias demarcaciones de áreas continuas o parques
indígenas en territorio amazónico, las que cuentan con el aval de respetables
ONGs nacionales e internacionales.
CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO:
FAVA,
Jorge: 2014 [1992], “Amazonia: etnias, ecología e imperialismo”. Disponible en línea: <www.larevolucionseminal.blogspot.com.ar/
2014/02/amazonia-etnias-ecologia-e-imperialismo_21.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].
2014/02/amazonia-etnias-ecologia-e-imperialismo_21.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].