miércoles, 5 de marzo de 2014

El cólera en América Latina*

  

Por: Jorge Fava


“Nos piden que hagamos letrinas de un metro de
 profundidad, pero no tenemos palas. Nos dicen
 que no comamos pescado, pero no tenemos
otra comida”.
Cacique Lescano.
Santa Victoria Este, Salta, Argentina.


1.- El origen

El vibrio cholerae es una bacteria que reconoce su origen en la India, específicamente en el delta del Ganges, donde se la conocía con los nombres de medsoneian y widhama. Esta enfermedad, endémica en aquel país, registra en su historial grandes epidemias tales como las de 1543, 1761, 1768 y 1783, con millares de muertos.

En 1817, una epidemia de cólera iniciada en la India, recorre al Asia completa. Posteriormente, en 1826, entra en Europa extendiéndose por las márgenes del Volga. En los años 1831-32, aparece en Inglaterra y desde allí se proyecta sobre la Europa continental: Francia, Bélgica y Holanda son víctimas de dicha enfermedad. Al propio tiempo, la emigración irlandesa hacia las costas de América transporta el vibrión colérico a través del Atlántico, afectando a las ciudades de Quebec, Montreal y Nueva York. Esta pandemia toca a su fin en el año 1829 con un saldo de muertes gigantesco.

Al quedar expedita la vía del Mar Rojo, el intercambio comercial entre Europa y la India reanuda y acelera la expansión del cólera. Tres grandes epidemias conmueven a los países europeos, trasladándose incluso hasta algunas regiones de América. La primera comenzó en 1826 y duró hasta 1838; la segunda en 1847 hasta 1851 y la tercera de 1852 a 1855; cada una de ellas con una característica particular. La primera se prolongó en el tiempo, la segunda fue más potente y la última se propagó con mayor velocidad.

En China, entre los años 1918 y 1919, 500.000 personas murieron víctima de esta enfermedad. A la América del Sur ingresa en 1846, recalando en Brasil y Uruguay, en tanto que en la Argentina el cólera hace su aparición en el año 1856 con un foco infeccioso muy reducido. En 1867, afecta a las tropas acantonadas en Paraguay, algunas zonas del litoral, Rosario y Buenos Aires, extendiéndose luego a las ciudades de Córdoba, Río Cuarto y zona rural de la provincia, penetrando incluso en territorios en aquel entonces ocupados por indígenas. En 1886, un brote epidémico de cólera afectó a las provincias del noroeste causando la muerte de innumerable cantidad de seres humanos, entre ellos aborígenes de los cuales no poseemos estadísticas.

 2.- América indígena y la peste

Los denominados “grupos de riesgo”, a los que pertenecen mayoritariamente los indígenas, y que son aquellos más expuestos al contagio del cólera, reúnen tres características básicas: no están correctamente alimentados, no tienen agua potable y carecen de un sistema eficiente de cloacas. La falta de agua potable los obliga a obtenerla de los ríos, madrejones u ojos de agua con el consiguiente riesgo de contagio masivo, debido a que el vibrión sobrevive hasta 280 días en agua neutra o ligeramente alcalina. Una persona necesita para contagiarse ingerir entre diez mil millones y cien millones de bacterias por milímetro, porque la alta acidez  estomacal elimina con eficacia a los vibriones, pero en los desnutridos o los aquejados por enfermedades consuntivas la acidez estomacal desaparece, de tal manera que diez mil bacterias por milímetro alcanzan para infectarse.

Las mujeres indígenas de El Impenetrable (Chaco, Argentina) deben caminar largas
horas para obtener un agua de baja calidad (foto iagua.es).

Otro factor importante de contagio lo constituyen los portadores asintomáticos, ya que se estima que por cada enfermo clínico hay siete u ocho portadores sanos, que aunque no se enferman igualmente transmiten la enfermedad. La bacteria tiene un período de incubación que va de los tres a los cinco días, pero una persona puede llevar el vibrión en su interior durante un mes y no sufrir los síntomas, o, en caso de que se aloje en la vesícula biliar, perdurar varios meses. En tales condiciones, la movilidad poblacional de los trabajadores extracomunitarios indígenas torna la situación en potencialmente explosiva. La estrechez de las tierras que ocupan no les permite un desarrollo acorde a su modelo étnico, obligándolos a emigrar temporalmente fuera de sus comunidades aldeanas como fuerza de trabajo asalariada, en pésimas condiciones de contratación. Los contactos entre diferentes grupos indígenas, derivados de esta práctica laboral, acelera la expansión del cólera entre las etnias. En Argentina, por ejemplo, los wichí salteños se encuentran actualmente en la recolección de la banana en Salta, y en el invierno se trasladarán hacia la zona de horticultura y cítricos de Jujuy, abriendo la posibilidad de la aparición de un nuevo foco infeccioso.

Sin dudas, las condiciones objetivas para la aparición del cólera están dadas por la situación de pobreza extrema en que viven los pueblos indígenas latinoamericanos, saqueados y superexplotados durante 500 años por un sistema económico de acumulación que, hipócritamente, los marginó de los beneficios que ellos mismos forjaron.

El panorama de la pandemia de cólera en América Latina al 6 de febrero de 1992, es el siguiente:[1]

Perú: en este país el vibrión colérico hace su aparición por primera vez entre el 2 y el 4 de febrero de 1991 en Chimbote. En los primeros cinco días de declarada la emergencia hubo 12.000 infectados, de los cuales 86 fueron mortales. Al mes siguiente ya sumaban 45.000 casos y 193 muertes. Para abril se presentaban 150 y 200 nuevos infectados por día. El total de casos sumaba 120.000 y las muertes ascendían a 750. Las últimas informaciones de que disponemos dan cifras escalofriantes: 285.438 infectados y 2.720 muertes.

Amazonia: según un informe del Comité Intersectorial del Cólera (julio de 1991), en el departamento de Loreto, Perú, a tres meses de la aparición del primer caso, fueron atendidas 3.885 personas y se registraron 180 fallecimientos. De llegar la epidemia de cólera al Alto Solimoes, Brasil, 20.000 indígenas de 64 comunidades estarán bajo peligro de contagio.

Bolivia: el 27 de agosto de 1991, un foco infeccioso se declaró en este país, propagándose rápidamente a través del mismo. Hoy la situación en el departamento de Cochabamba se ha tornado incontrolable, los casos aumentan un 13% diario, lo que significa que cada 24 horas aparecen 60 nuevos enfermos. Las últimas cifras oficiales que se conocen arrojan 800 casos y 37 muertes. Estos guarismos están puestos en duda, ya que según evidencia acumulada, el gobierno boliviano estaría ocultando información porque afecta a sus exportaciones de materias primas y alimentos.

Argentina: el día 5 de febrero de 1992, el Ministerio de Salud y Acción Social de la Nación reconoció la existencia de 45 infectados de cólera, de los cuales 6 habían fallecido. Todos en áreas predominantemente indígenas. Al día siguiente, los enfermos sumaban 100 y 9 los muertos. El 12 de mismo mes, se produce el primer caso, también de origen indígena, en Yaví Chico, provincia de Jujuy. Cantidad total de casos al 2 de marzo de 1992: 209 infectados y  11 muertos.

Ecuador: aparece el 4 de marzo de 1991, en una zona cercana a la frontera con Perú. Total: 40.465 casos y 623 muertes.

Colombia: en Puerto Tumaco, localidad fronteriza con Ecuador, se registra el primer caso de infección. Total de casos acumulados: 10.258, muertes 145.

Brasil: el 15 de abril de 1991, se conoce el primer caso en territorio amazónico, cercano a Perú y Colombia. Total: 326 casos y 3 muertes.

Chile: fecha de ingreso 16 de abril de 1991. Total de casos: 49, muertes 2.

Venezuela: fecha de ingreso 16 de mayo de 1991. Total: 131 casos y 3 muertes.

México: fecha de ingreso 23 de junio de 1991. Total: 2.208 casos y 29 muertes.

Guatemala: fecha de ingreso 29 de julio de 1991. Total: 2.737 casos y 29 muertes. En este país la población aborigen, que es mayoría, se vio severamente afectada.

Nicaragua: fecha de ingreso 11 de noviembre de 1991. Total: 1 caso y 0 muertes.

Honduras: total: 5 casos y 0 muertes.

El Salvador: total: 810 casos y 33 muertes.

Panamá: total: 924 casos y 22 muertes.

3.- Conclusión

El cólera fue acertadamente denominado “la enfermedad de la pobreza”, es que ésta, y sólo ésta, crea las condiciones necesarias para su aparición y posterior propagación en progresión geométrica. En cambio, las explicaciones que buscan las causas de la epidemia en modos y formas culturales supuestamente “primitivos”,[2] sólo pretenden justificar y/o disimular una situación de oprobio que ya lleva en estas tierras de América cinco largos siglos de existencia.

Entre tanto, los gobiernos latinoamericanos tratan de paliar la situación trabajando discordinadamente sin un criterio uniforme de admisión, tratamiento y vigilancia, y con acciones que sólo apuntan a superar la coyuntura, con el propósito de tener al cólera “controlado” dentro de la periferia.

Detallamos a continuación un conjunto de directivas básicas a ejecutar en áreas indígenas:

Medidas de aplicación inmediata:

a) entubamiento de los desagües cloacales o construcción de los mismos donde no los hay;

b) construcción de plantas potabilizadoras de agua y controles permanentes de la calidad del agua en consumo;

c) mayor control sobre la higiene ambiental y habitacional (esta fase es correlativa con las anteriores);

d) los trabajos sanitarios para enfrentar o prevenir la epidemia de cólera en las comunidades indígenas debe contemplar y respetar las disimilitudes étnicas, con el propósito de disminuir el impacto cultural y obtener así resultados satisfactorios.

Medidas de aplicación mediata:

e) atención sanitaria periódica permanente en todas las comunidades locales, con apoyatura en la medicina tradicional. Creación de puestos sanitarios y formación de agentes sanitarios aborígenes con un adecuado abastecimiento de fármacos;

f) entrega de tierras en cantidad y calidad suficientes para un desarrollo acorde con sus necesidades económicas y socioculturales;

g) apoyo económico a programas de autodesarrollo con la concesión de líneas de crédito especiales;

h) cobertura médico-asistencial para los trabajadores extracomunitarios temporarios (“cosecheros golondrinas”) y concesión de pensiones y/o jubilaciones a los discapacitados laboralmente y a los ancianos.

El cólera ha delimitado en América Latina una vergonzosa geografía de miseria y marginación con dramática precisión, en la que las áreas indígenas configuran sus fronteras más visibles.



* Publicado en el Boletín IWGIA. Nº 2. Copenhague, abril/mayo/junio 1992. Págs. 47-49.
[1] En las cifras que se suministran no se discrimina entre población indígena y no-indígena.
[2] Perú, mayoritariamente indígena y por ende “primitivo”, nunca antes había sufrido una epidemia de cólera, mientras la Europa “civilizada” fue varias veces desvastada por esta enfermedad. Sólo hoy, con una pobreza que se agiganta cada día más, producto de irracionales planes de ajuste, el vibrio cholerae hace pie en el país.


FUENTES:

Diarios de Buenos Aires:

Clarín: 06/02/92; 11/02/92; 12/02/92; 16/02/92; 18/02/92 y 02/03/92.
El Cronista: 10/02/92 y 14/02/92.
La Nación: 13/02/92; 23/02/92 y 28/02/92.
Página/12: 12/02/92.

Revistas y suplementos:

Acción: N° 612, 20 de febrero de 1992.
Ciencia y Técnica: suplemento del diario Clarín del 18/02/92.
Visión: 24 de julio de 1991.


CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO:

FAVA, Jorge: 2014 [1992], “El cólera en América Latina”. Disponible en línea: <www.larevolucionseminal.blogspot.com.ar/2014/03/el-colera-en-america-latina.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].