sábado, 8 de febrero de 2014

La doctrina Clausewitz: una lógica peligrosa*



Por: Jorge Fava


"Los políticos pueden ser arrastrados por la marea
de fondo de la lógica militar. A medida que los
infortunados países se aproximan al abismo, las
siniestras máquinas se ponen en movimiento, y
poco a poco se vuelven autónomas"
 Winston Churchill
(Citado por Philippe Delmas en su libro
"El Brillante Porvenir de la Guerra")


1.- Introducción

El general y teórico militar prusiano Karl von Clausewitz (1780-1831), pretendió en su consagrada obra "De la Guerra" -escrita entre los años 1818 y 1830- dotar a las intervenciones militares de un carácter político que las elevara por sobre su misión específica de destrucción y aniquilamiento físico y moral del enemigo, con el propósito de legitimar el uso de la violencia bélica. Así, su especulación teórica de que "la guerra es la continuación de la política por otros medios"[1] se transformó en verdad rebelada para las escuelas de guerra de las diversas naciones europeas, especialmente de aquellas que por su condición de potencias mundiales, hacían uso y abuso de su fuerza militar.

"Vom Kriege" (De la Guerra) fue publicada después de su muerte como parte de una colección de diez volúmenes que reunía sus obras completas bajo el título de "Hinterlassene Werke uber Krieg und Kriegführung" (Berlín, 1832-1837), y dio origen a una doctrina de la guerra en la cual ésta se transformaba en la prolongación de la acción política del Estado-nación en la consumación del objetivo de "imponer nuestra voluntad al enemigo".[2] Este principio, universalmente aceptado, adquirió características de dogma y proyectó su influencia hasta nuestros días.[3]

2.- La guerra como concepto político

Analicemos ahora a donde nos conduce esta forma de pensar la guerra. En un lúcido artículo, el historiador y ensayista Osvaldo Bayer, reflexionando sobre la violencia terrorista, citaba la célebre frase de Clausewitz y advertía sobre la inquietante posibilidad que, en línea con el razonamiento del teórico prusiano, "alguien dijere como paráfrasis: 'el terrorismo es la continuación de la guerra por otros medios'".[4] Partiendo de la aceptación que, "por lo general, el terrorismo es la guerra del más débil militarmente, o del sometido"[5], y que su criminal práctica es moralmente inaceptable; el silogismo de Bayer, que con seguridad no habrá de complacer a los profesores de las academias militares y a los políticos de la "Realpolitik" -como él mismo lo reconoce-, tiene la invalorable virtud de desnudar en toda su crudeza la peligrosa lógica aplicada en la racionalización de esta doctrina.

A partir del supuesto básico establecido por Clausewitz, según el cual la política no sólo sobreviviría a la guerra, sino que incluso se realizaría a través de ella; Bayer invierte la ecuación devolviendo a la guerra a su ámbito natural cuando propone, "Hablemos sin eufemismos: la acción militar es un terrorismo con cara legal".[6] La delimitación precisa de dos campos no sólo distintos sino incluso opuestos: el de la guerra y el de la política, o lo que sería lo mismo, el de la violencia, la destrucción y la muerte, y el de la paz y la vida, es un necesario y sano ejercicio intelectual que sirve para poner en claro la incompatibilidad entre ambas concepciones y establecer una nueva perspectiva en el análisis sobre la guerra. El traslado acrítico de conceptos propios de la acción militar a la política no sólo puede resultar de dudosa validez teórica, sino que expone a los pueblos a la comisión de desaciertos de imprevisibles consecuencias.

Devastación nuclear. Hiroshima, 1945 (foto AP).

Otro estudioso que abordó el tema fue el ensayista y filósofo José Pablo Feinmann, quien en su libro sobre la violencia política arriba a la siguiente conclusión: "Creo (y lo creo desde una posición que niega la esencialidad de la guerra) que Clausewitz se equivoca. Que la guerra no es la continuidad de la política por otros medios. Que la guerra es el fracaso de la política. Es la desaparición de la política. O por decirlo más claramente: que la guerra es la sustitución de la política por la barbarie, por el crimen, por la justificación de la inhumanidad".[7] La política, concebida como el arte de vivir juntos, es herramienta fundamental de la democracia para la construcción de una convivencia pacífica entre personas, clases, etnias y Estados.[8] Apartarse de este principio básico de la praxis política, implica el absoluto abandono de la misma y el ingreso a ámbitos que no les son propios.

En cuanto a la legitimidad del "empleo universal de la violencia como medio para los fines del estado",[9] principio que define al militarismo, el filósofo Walter Benjamin señala que "El significado de la distinción de la violencia en legítima e ilegítima no es evidente sin más", y alerta sobre el especial cuidado que se debe tener de no caer en el común equívoco de creer que "dicho significado consistiría en la distinción entre violencia con fines justos e injustos".[10] Por lo ambiguo del concepto y lo trágico de sus consecuencias, este fue y es un terreno en el que en nombre de pretendidas "causas justas" se han cometido a lo largo de la Historia aberrantes crímenes contra la humanidad, muchos de ellos posteriormente encubiertos bajo el manto cómplice de las "versiones oficiales" con las que los vencedores suelen disfrazar sus propias vilezas. Eufemismos tales como "uso de fuerza desproporcionada", "daños colaterales", "excesos", "bajas tolerables", etc., son las mil variadas formas que la muerte y el asesinato "legal" adquieren en la jerga militar. Según quién sea el observador y los intereses que éste represente, la perspectiva con la que juzgará la legitimidad de una determinada acción bélica, podrá aparecer tan evidentemente justa a los ojos de unos, como indiscutiblemente injusta a los de los otros. Como vemos, la complejidad del tema exige una especial cautela a la hora de esbozar conceptos que se pretendan definitivos. Pero no todo es relativo con respecto a la legitimidad de la guerra, ya que por su propia naturaleza y efectos ella misma no lo es. Por la devastación y el profundo horror que de ella resultan, la guerra es, para las conciencias auténticamente democráticas, moralmente ilegítima, políticamente inviable y no siempre inevitable.

3.- Consideraciones finales

Pasadas las dos grandes guerras mundiales, una larga serie de sangrientos conflictos bélicos de carácter diverso han hecho eclosión durante la segunda mitad del siglo que acaba de culminar, con un saldo en víctimas no siempre suficientemente bien conocido.[11] Según auguran los expertos, muy probablemente dichos eventos seguirán predominando en la escena mundial en los tiempos por venir, pero acrecentados en número y ferocidad.[12] Ante tan alarmante pronóstico, y teniendo en cuenta que en razón de sus consecuencias, los acontecimientos posibles se deben considerar reales -como el propio Clausewitz lo recomienda-,[13] se torna entonces impostergable una revisión crítica de algunos de los dogmas que han dominado el pensamiento de los teóricos de la guerra, no para perfeccionarlos en letalidad, sino con el objeto de dotarlos de los principios que mejor coadyuven a la tarea de conjurar la posible concreción de tan perturbadora profecía.

Si la guerra "es la expresión final de la imposibilidad de estar juntos",[14] y la destrucción y la muerte su razón de ser; antitéticamente, la política construye su acción  desde el "nosotros" en una búsqueda permanente de consensos a través del diálogo y la negociación para la solución de controversias. La prevalecencia de una u otra marcará la diferencia entre el aniquilamiento o la supervivencia de millones de vidas humanas en un futuro tan cercano como el día de hoy.



* Este artículo fue escrito en junio de 2001 y se publica aquí por primera vez.
[1] Clausewitz, Karl von: De la Guerra. NEED. Buenos Aires, 1998. Pág. 41.
[2] Ibídem, pág. 18.
[3] Como ejemplo de la vigencia y difusión de la obra de Clausewitz, baste decir que en un breve repaso bibliográfico pudimos detectar cuatro reediciones de la misma en cuatro diferentes idiomas entre los años 1980-1999. En alemán: Vom Kriege. Francfort del Meno. Berlín, 1980; en inglés: On War. Viking Penguin. New York, 1988; en francés: De la Guerre. Ivrea. París, 1989; y en español: De la Guerra. Idea Universitaria. Madrid, 1999.
[4] Los Dos Terrorismos. Revista Acción, Nº 614. Buenos Aires,  2ª quincena de marzo de 1992. Pág. 3.
[5] Ibídem, pág. 3.
[6] Ibídem, pág. 3.
[7] La Sangre Derramada. Ensayo sobre la Violencia Política. Ariel. Buenos Aires, 1998. Pág. 309.
[8] El lingüista y escritor búlgaro-francés Tzvetan Todorov cita en su libro, Los Abusos de la Memoria, "una formulación de Plutarco según la cual la política se define como aquello que sustrae al odio su carácter eterno" (Ed. Paidós. Barcelona, 2000. Pág. 29).
[9] Benjamin, Walter: Para una Crítica de la Violencia. Leviatán. Buenos Aires, 1995. Pág. 29.
[10] Ibídem, pág. 29.
[11] Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945, el mundo ha sufrido entre 150 y 160 contiendas armadas y conflictos civiles, cuyo número de víctimas, sumados soldados y civiles, llega a la escalofriante  cifra de 33 a 40 millones de personas, sin contar heridos ni desplazados (Toffler, Alvin y Heidi: Las Guerras del Futuro. La supervivencia en el alba del siglo XXI. Plaza & Janés. Barcelona, 1994. Pág. 29). La concreción de una serie de nuevas guerras, posteriores a la fecha de edición del mencionado libro, ha contribuido a incrementar la cifra de muertos aportada por los autores.
[12] Delmas, Philippe: El Brillante Porvenir de la Guerra. Andrés Bello. Santiago de Chile, 1996.
[13] Ob. cit., pág. 161.
[14] Delmas, Philippe: ob. cit., pág. 22.


CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO:

FAVA, Jorge: 2014, “La doctrina Clausewitz: una lógica peligrosa”. Disponible en línea:<www.larevolucionseminal.blogspot.com.ar
/2014/
02/la-doctrina-clausewitz-una-logica.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].