Por: Jorge Fava
“El signo de la persecución de la muerte en la
vida del otro, ha sido
herida, cicatriz, tatuaje sobre
la geografía y el
cuerpo de la reciente historia de
Colombia. ¿Cuándo
terminará ese ciclo?”
Arturo Alape.
Tirofijo: los Sueños y
las Montañas.
1.- Introducción
El prolongado y sangriento conflicto interno colombiano,
cuyo origen hunde sus raíces en el enfrentamiento entre liberales y
conservadores iniciado el 9 de abril de 1948 con el denominado “Bogotazo”,[1] adquiere hoy un
cariz regional que durante las décadas anteriores no había tenido. Así, la
opción de una intervención multinacional, impulsada por los EE.UU. bajo el
pretexto del combate al narcotráfico, comienza a tomar fuerza entre los países
latinoamericanos, aunque con dispar entusiasmo.[2]
Por su parte, el
proceso de paz iniciado el 7 de enero de 1999 en San Vicente del Caguán,[3] entre las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno del conservador Andrés
Pastrana, en el que se intenta dejar atrás casi 40 años de guerra civil, sufre
sucesivas suspensiones que siembran incertidumbre y escepticismo en la sociedad
colombiana. Las acusaciones mutuas entre gobierno y guerrilla sobre la
responsabilidad por estos altibajos en las negociaciones, abren una serie de
fisuras en el frente político del proceso por las que se cuela la insidiosa
propaganda de grupos interesados en el fracaso de la paz, entre los que se
cuentan los paramilitares, el narcotráfico y un sector del ejército colombiano
y la oligarquía.
El Ejército de
Liberación Nacional (ELN), la segunda guerrilla colombiana en importancia,
también inició unas no menos tortuosas negociaciones de paz con el gobierno,
que aún no han arribado a conclusión alguna.
2.- Las FARC: ¿una narcoguerrilla?
El zar antidrogas,
el general Barry McCaffrey, fue el primer funcionario norteamericano de alto
rango en sindicar a las FARC de “narcoguerrilla” -aún al costo de contrariar al
propio presidente Pastrana-,[4] uniendo las dos cuestiones
que más preocupan hoy a la administración Clinton, con relación a Colombia, y
justificando la una con la otra. Esta conceptualización de “narco” de la
guerrilla comunista liderada por Pedro Antonio Marín, el mítico “Tirofijo”, fue
reiteradamente utilizada por la conducción del ejército, cuyo propósito buscaba
derivar fondos de la abundante ayuda estadounidense para la lucha contra el
narcotráfico, a la guerra contrainsurgente, principal preocupación de los
generales colombianos.
Columna guerrillera de las FARC-EP (foto Clarín). |
Pero, efectivamente,
¿son las FARC una narcoguerrilla? Según versiones difundidas por la propia
organización insurgente, su relación con los narcotraficantes no se establece
sobre la base de una alianza estratégica o de amistad, sino que la misma
apunta, por un lado, a impedir la explotación de los campesinos cultivadores de
coca por los narcos, y por el otro, al cobro a éstos últimos de un impuesto,
denominado “gramaje”, con el objeto de financiar las actividades del Ejército
del Pueblo (EP). En este mismo sentido, y en el otro extremo del arco
ideológico, el coronel brasileño Geraldo Cavagnari, director de los Núcleos de
Estudios Estratégicos de la
Universidad de Campinas, opina que “no hay que aceptar como
cierta esa idea de narcoguerrilla. La guerrilla cobra un impuesto y el narco lo
paga como una imposición”.[5] Y luego, afirma que
en Colombia: “el narcotráfico es un problema político profundo debido a la
corrupción que alcanza a toda la estructura del Estado. El narcotráfico está en
todos los niveles del Estado procurando desgastarlo para poder controlarlo”.[6] Siendo esto así,
¿cuál es la real libertad de maniobra de la administración Pastrana para la
conducción del proceso de paz?, ¿hasta dónde llega la red de complicidades
entre los narcos y el gobierno actual? ¿Es dable esperar, desde esta
perspectiva, que la paz pueda prosperar?
Y por el otro lado, ¿están las FARC verdaderamente comprometidas con la
pacificación? Si es por la afirmativa, entonces, ¿cuál es el costo político que
están dispuestas a soportar como producto de la propia mecánica de la
negociación?
Todos estos
interrogantes, de difícil elucidación por el momento, describen un escenario de
alta volatilidad, acechado ahora por la posibilidad de que el fracaso del
proceso de paz se convierta en el disparador de la intervención militar
norteamericana.
3.- Pax americana
Pero, ¿cuáles son
las cuestiones de fondo que el diálogo de paz deberá superar? El sociólogo
colombiano Alvaro Camacho, del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones
Internacionales de la
Universidad de Bogotá, sostiene que, a diferencia de las
negociaciones de 1990 entre el gobierno de Virgilio Barco (1986-90) y las
guerrillas Movimiento 19 de Abril (M-19) y Ejército Popular de Liberación
(EPL), “grupos que sencillamente entregaron las armas a cambio de unas dádivas
y de un cierto favor político”,[7] las FARC y el ELN
supuestamente quieren la paz, “pero no la quieren barata, no están negociando
dádivas para sus militantes. Ellos plantean una negociación de Estado a
Estado”.[8] Las pretensiones de
los insurgentes incluyen profundos cambios en la estructura política, económica
y social de Colombia tales como: “reforma agraria, una auténtica apertura
democrática en la vida colectiva, la lucha contra la corrupción y contra la
apropiación privada del Estado”,[9] entre otros.
Obviamente estas reformas afectarían intereses de amplios sectores de las
clases dominantes históricamente consolidados, las que hasta el momento no sólo
no han dado señales de estar dispuestas a negociarlos, sino que, muy por el
contrario, conspiran contra el proceso de paz apostando a la derrota militar de
la guerrilla ante una eventual intervención norteamericana.
Por su parte, la
participación indirecta de EE.UU. en la guerra contrainsurgente crece
vertiginosamente. De la ayuda inicial de 289 millones de dólares, destinados
exclusivamente para la lucha antidrogas, hoy el gobierno estadounidense estudia
la posibilidad de elevar el monto de la mencionada ayuda a 1.000 millones de
dólares anuales, utilizables, gracias a la nueva doctrina que establece un
vínculo entre guerrilla y droga, para el equipamiento y entrenamiento[10] del ejército
colombiano en el combate a las organizaciones armadas izquierdistas. Esta
inyección de dinero en seguridad interior, de concretarse, convertiría a
Colombia en el tercer país receptor de ayuda militar estadounidense, después de
Israel y Egipto.
Existe también un
argumento colateral conocido como la teoría del “derrame”, es decir, el
supuesto desborde del conflicto colombiano hacia los países fronterizos. Al
respecto, el jefe del Comando Sur de EE.UU., general Charles Wilhelm, señaló
que la guerra interna que soporta Colombia pone en peligro la seguridad del
Canal de Panamá, el que deberá ser transferido a esa nación el 31 de diciembre
de este año, y se arrogó el derecho de intervenir “en coordinación con los
panameños o en forma unilateral, si las condiciones así lo dictan”.[11]
Todos estos
acontecimientos, creados o reales, parecieran estar conduciendo la resolución
del conflicto colombiano hacia la imposición de una pax americana, diseñada
sobre la base de los métodos y preceptos que rigen la doctrina de la “seguridad
nacional” de los Estados Unidos y de sus intereses en la región.
4.- Consideraciones finales
La supervivencia
de las guerrillas colombianas a los profundos cambios políticos mundiales ha
tenido múltiples lecturas en la literatura especializada. Para el politólogo
colombiano Alfredo Rangel: “A diferencia de otros conflictos armados de América
Latina, el colombiano se ha sostenido a sí mismo, no ha estado relacionado
directamente con agentes externos o situaciones externas. En ningún momento las
guerrillas colombianas dependieron del apoyo de Cuba, de la ex URSS o de
China”.[12] Esta autonomía
revolucionaria de las organizaciones guerrilleras de Colombia las preservó de
la debacle que siguió al desmembramiento de la Unión Soviética.
Pero este aislamiento generó, al propio tiempo, la particular circunstancia que
una guerrilla que se dice comunista y a la que se podría signar, al menos en
términos militares, como exitosa, no ha obtenido en el campo internacional
adhesiones políticas importantes. Conscientes de esta falencia, la dirección de
las FARC creó en 1993 el Frente Internacional (FI), con sede en México, con el
objeto de revertir una situación generada por la propia dinámica de una
guerrilla campesina ensimismada, durante muchos años, en su especificidad
histórica. El nivel de éxito alcanzado en esta misión, será determinante a la
hora de intentar neutralizar la propaganda de las poderosas usinas
periodísticas que Washington utiliza con el objeto de crear el consenso
internacional necesario para “legitimar” una intervención militar.
Mientras tanto, la
paz espera una oportunidad.
* Publicado en la revista Tesis 11 Internacional. Nº 49. Buenos Aires, nov-dic. 1999. Págs. 17-19.
[1] En
esa fecha, un individuo de apellido Roa Sierra, asesinó al dirigente de la
izquierda liberal, Jorge Eliécer Gaitán, caudillo popular y abogado. Ese crimen
desató una auténtica rebelión popular conocida como el “Bogotazo”.
[2]
Brasil y Venezuela tienen una posición crítica con relación a este proyecto, mientras que Perú aparece como
el país latinoamericano más decididamente “intervencionista”.
[3] Por
disposición del presidente colombiano, desde el 7 de noviembre de 1998 se
desmilitarizó un área de 42.139 km2 en los departamentos de Meta y el Caquetá,
la que significa un 3,67% de la superficie total de Colombia, y se halla
habitada por 97.978 personas. Las FARC tienen allí apostados aproximadamente
5.000 combatientes (diario La
Nación. Buenos Aires, 01/08/99).
[4] El
presidente de Colombia niega la condición de “narcoguerrilla” de las FARC,
porque en esa lógica capciosa tal reconocimiento implicaría admitir que su
gobierno negocia con narcotraficantes.
[5] Diario Página/12. Buenos
Aires, 12/09/99.
[6] Idem.
[7] Diario Clarín. Buenos
Aires, 29/08/99.
[8] Idem.
[9] Idem.
[10] Hay en la actualidad en
Colombia unos 300 asesores militares norteamericanos.
[11]
Gandásegui, Marco: El General Wilhelm Habla de la Intervención. Revista
Tesis 11 Internacional, Nº 48. Buenos Aires, septiembre-octubre 1999. Pág.6.
[12] Diario Clarín. Buenos
Aires, 16/08/98.
CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO:
FAVA,
Jorge: 2014 [1999], “Colombia: la encrucijada de la paz ”. Disponible en línea:<www.larevolucionseminal.blogspot.com.ar/2014/02/
colombia-la-encrucijada-de-la-paz.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].
colombia-la-encrucijada-de-la-paz.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].