miércoles, 5 de febrero de 2014

Colombia: la encrucijada de la paz*


Por: Jorge Fava


 “El signo de la persecución de la muerte en la
vida del otro, ha sido herida, cicatriz, tatuaje sobre
la geografía y el cuerpo de la reciente historia de
Colombia. ¿Cuándo terminará ese ciclo?”
Arturo Alape.
Tirofijo: los Sueños y las Montañas.


1.- Introducción

El prolongado y sangriento conflicto interno colombiano, cuyo origen hunde sus raíces en el enfrentamiento entre liberales y conservadores iniciado el 9 de abril de 1948 con el denominado “Bogotazo”,[1] adquiere hoy un cariz regional que durante las décadas anteriores no había tenido. Así, la opción de una intervención multinacional, impulsada por los EE.UU. bajo el pretexto del combate al narcotráfico, comienza a tomar fuerza entre los países latinoamericanos, aunque con dispar entusiasmo.[2]

Por su parte, el proceso de paz iniciado el 7 de enero de 1999 en San Vicente del Caguán,[3] entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno del conservador Andrés Pastrana, en el que se intenta dejar atrás casi 40 años de guerra civil, sufre sucesivas suspensiones que siembran incertidumbre y escepticismo en la sociedad colombiana. Las acusaciones mutuas entre gobierno y guerrilla sobre la responsabilidad por estos altibajos en las negociaciones, abren una serie de fisuras en el frente político del proceso por las que se cuela la insidiosa propaganda de grupos interesados en el fracaso de la paz, entre los que se cuentan los paramilitares, el narcotráfico y un sector del ejército colombiano y la oligarquía.

El Ejército de Liberación Nacional (ELN), la segunda guerrilla colombiana en importancia, también inició unas no menos tortuosas negociaciones de paz con el gobierno, que aún no han arribado a conclusión alguna.

2.- Las FARC: ¿una narcoguerrilla?

El zar antidrogas, el general Barry McCaffrey, fue el primer funcionario norteamericano de alto rango en sindicar a las FARC de “narcoguerrilla” -aún al costo de contrariar al propio presidente Pastrana-,[4] uniendo las dos cuestiones que más preocupan hoy a la administración Clinton, con relación a Colombia, y justificando la una con la otra. Esta conceptualización de “narco” de la guerrilla comunista liderada por Pedro Antonio Marín, el mítico “Tirofijo”, fue reiteradamente utilizada por la conducción del ejército, cuyo propósito buscaba derivar fondos de la abundante ayuda estadounidense para la lucha contra el narcotráfico, a la guerra contrainsurgente, principal preocupación de los generales colombianos.

Columna guerrillera de las FARC-EP (foto Clarín).

Pero, efectivamente, ¿son las FARC una narcoguerrilla? Según versiones difundidas por la propia organización insurgente, su relación con los narcotraficantes no se establece sobre la base de una alianza estratégica o de amistad, sino que la misma apunta, por un lado, a impedir la explotación de los campesinos cultivadores de coca por los narcos, y por el otro, al cobro a éstos últimos de un impuesto, denominado “gramaje”, con el objeto de financiar las actividades del Ejército del Pueblo (EP). En este mismo sentido, y en el otro extremo del arco ideológico, el coronel brasileño Geraldo Cavagnari, director de los Núcleos de Estudios Estratégicos de la Universidad de Campinas, opina que “no hay que aceptar como cierta esa idea de narcoguerrilla. La guerrilla cobra un impuesto y el narco lo paga como una imposición”.[5] Y luego, afirma que en Colombia: “el narcotráfico es un problema político profundo debido a la corrupción que alcanza a toda la estructura del Estado. El narcotráfico está en todos los niveles del Estado procurando desgastarlo para poder controlarlo”.[6] Siendo esto así, ¿cuál es la real libertad de maniobra de la administración Pastrana para la conducción del proceso de paz?, ¿hasta dónde llega la red de complicidades entre los narcos y el gobierno actual? ¿Es dable esperar, desde esta perspectiva, que  la paz pueda prosperar? Y por el otro lado, ¿están las FARC verdaderamente comprometidas con la pacificación? Si es por la afirmativa, entonces, ¿cuál es el costo político que están dispuestas a soportar como producto de la propia mecánica de la negociación?

Todos estos interrogantes, de difícil elucidación por el momento, describen un escenario de alta volatilidad, acechado ahora por la posibilidad de que el fracaso del proceso de paz se convierta en el disparador de la intervención militar norteamericana.

3.- Pax americana

Pero, ¿cuáles son las cuestiones de fondo que el diálogo de paz deberá superar? El sociólogo colombiano Alvaro Camacho, del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad de Bogotá, sostiene que, a diferencia de las negociaciones de 1990 entre el gobierno de Virgilio Barco (1986-90) y las guerrillas Movimiento 19 de Abril (M-19) y Ejército Popular de Liberación (EPL), “grupos que sencillamente entregaron las armas a cambio de unas dádivas y de un cierto favor político”,[7] las FARC y el ELN supuestamente quieren la paz, “pero no la quieren barata, no están negociando dádivas para sus militantes. Ellos plantean una negociación de Estado a Estado”.[8] Las pretensiones de los insurgentes incluyen profundos cambios en la estructura política, económica y social de Colombia tales como: “reforma agraria, una auténtica apertura democrática en la vida colectiva, la lucha contra la corrupción y contra la apropiación privada del Estado”,[9] entre otros. Obviamente estas reformas afectarían intereses de amplios sectores de las clases dominantes históricamente consolidados, las que hasta el momento no sólo no han dado señales de estar dispuestas a negociarlos, sino que, muy por el contrario, conspiran contra el proceso de paz apostando a la derrota militar de la guerrilla ante una eventual intervención norteamericana.

Por su parte, la participación indirecta de EE.UU. en la guerra contrainsurgente crece vertiginosamente. De la ayuda inicial de 289 millones de dólares, destinados exclusivamente para la lucha antidrogas, hoy el gobierno estadounidense estudia la posibilidad de elevar el monto de la mencionada ayuda a 1.000 millones de dólares anuales, utilizables, gracias a la nueva doctrina que establece un vínculo entre guerrilla y droga, para el equipamiento y entrenamiento[10] del ejército colombiano en el combate a las organizaciones armadas izquierdistas. Esta inyección de dinero en seguridad interior, de concretarse, convertiría a Colombia en el tercer país receptor de ayuda militar estadounidense, después de Israel y Egipto.

Existe también un argumento colateral conocido como la teoría del “derrame”, es decir, el supuesto desborde del conflicto colombiano hacia los países fronterizos. Al respecto, el jefe del Comando Sur de EE.UU., general Charles Wilhelm, señaló que la guerra interna que soporta Colombia pone en peligro la seguridad del Canal de Panamá, el que deberá ser transferido a esa nación el 31 de diciembre de este año, y se arrogó el derecho de intervenir “en coordinación con los panameños o en forma unilateral, si las condiciones así lo dictan”.[11]

Todos estos acontecimientos, creados o reales, parecieran estar conduciendo la resolución del conflicto colombiano hacia la imposición de una pax americana, diseñada sobre la base de los métodos y preceptos que rigen la doctrina de la “seguridad nacional” de los Estados Unidos y de sus intereses en la región.

4.- Consideraciones finales

La supervivencia de las guerrillas colombianas a los profundos cambios políticos mundiales ha tenido múltiples lecturas en la literatura especializada. Para el politólogo colombiano Alfredo Rangel: “A diferencia de otros conflictos armados de América Latina, el colombiano se ha sostenido a sí mismo, no ha estado relacionado directamente con agentes externos o situaciones externas. En ningún momento las guerrillas colombianas dependieron del apoyo de Cuba, de la ex URSS o de China”.[12] Esta autonomía revolucionaria de las organizaciones guerrilleras de Colombia las preservó de la debacle que siguió al desmembramiento de la Unión Soviética. Pero este aislamiento generó, al propio tiempo, la particular circunstancia que una guerrilla que se dice comunista y a la que se podría signar, al menos en términos militares, como exitosa, no ha obtenido en el campo internacional adhesiones políticas importantes. Conscientes de esta falencia, la dirección de las FARC creó en 1993 el Frente Internacional (FI), con sede en México, con el objeto de revertir una situación generada por la propia dinámica de una guerrilla campesina ensimismada, durante muchos años, en su especificidad histórica. El nivel de éxito alcanzado en esta misión, será determinante a la hora de intentar neutralizar la propaganda de las poderosas usinas periodísticas que Washington utiliza con el objeto de crear el consenso internacional necesario para “legitimar” una intervención militar.

Mientras tanto, la paz espera una oportunidad.



* Publicado en la revista Tesis 11 Internacional. Nº 49. Buenos Aires, nov-dic. 1999. Págs. 17-19.
[1] En esa fecha, un individuo de apellido Roa Sierra, asesinó al dirigente de la izquierda liberal, Jorge Eliécer Gaitán, caudillo popular y abogado. Ese crimen desató una auténtica rebelión popular conocida como el “Bogotazo”.
[2] Brasil y Venezuela tienen una posición crítica con relación a  este proyecto, mientras que Perú aparece como el país latinoamericano más decididamente “intervencionista”.
[3] Por disposición del presidente colombiano, desde el 7 de noviembre de 1998 se desmilitarizó un área de 42.139 km2 en los departamentos de Meta y el Caquetá, la que significa un 3,67% de la superficie total de Colombia, y se halla habitada por 97.978 personas. Las FARC tienen allí apostados aproximadamente 5.000 combatientes (diario La Nación. Buenos Aires, 01/08/99).
[4] El presidente de Colombia niega la condición de “narcoguerrilla” de las FARC, porque en esa lógica capciosa tal reconocimiento implicaría admitir que su gobierno negocia con narcotraficantes.
[5] Diario Página/12. Buenos Aires, 12/09/99.
[6] Idem.
[7] Diario Clarín. Buenos Aires, 29/08/99.
[8] Idem.
[9] Idem.
[10] Hay en la actualidad en Colombia unos 300 asesores militares norteamericanos.
[11] Gandásegui, Marco: El General Wilhelm Habla de la Intervención. Revista Tesis 11 Internacional, Nº 48. Buenos Aires, septiembre-octubre 1999. Pág.6.
[12] Diario Clarín. Buenos Aires, 16/08/98.


CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO:

FAVA, Jorge: 2014 [1999], “Colombia: la encrucijada de la paz”. Disponible en línea:<www.larevolucionseminal.blogspot.com.ar/2014/02/
colombia-la-encrucijada-de-la-paz.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].