martes, 11 de febrero de 2014

Los aborígenes de la provincia de Buenos Aires*

Los últimos sobrevivientes


 Por: Jorge Fava


1.- Introducción

 A 324 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires (capital de la República Argentina), en el noroeste de la desarrollada provincia del mismo nombre, sobrevive la comunidad indígena mapuche “Ignacio Coliqueo”. 540 familias asentadas en el paraje conocido como “Tapera de Díaz”, vecinos inmediatos a la localidad de Los Toldos, partido de General Viamonte, constituyen la reserva de la tribu del cacique I. Coliqueo, oriundo de Chile, y única comunidad aborigen organizada que existe en la provincia.

Coliqueo, descendiente del gran cacique araucano Caupolicán, nació en el año 1796 en Huincul, zona de Boroa, en la provincia de Temuco (sur de Chile). Aproximadamente en 1820 y a causa de la que se llamó “Guerra a Muerte” entre patriotas y montoneros, en la que muchas tribus mapuches tomaron partido, decide abandonar el país pasando a las pampas argentinas en una emigración en masa. Salinas Grandes (provincia de La Pampa), Guaminí (provincia de Buenos Aires), Sierras de Puán (provincia de Buenos Aires), Masallé (provincia de Buenos Aires), Laguna del Cuero (provincia de Córdoba), Mar Chiquita (laguna de la provincia de Buenos Aires), etc., fueron algunos de los asentamientos en donde pasara Coliqueo algún tiempo de su existencia.[1]

Finalmente en el año 1862, acompañado de su gente en número cercano a las 2.000 almas, se instala en Los Toldos entre dos lagunas conocidas como “La Azotea o del Cementerio” y laguna “La Salamanca”, comenzando a llevar allí una vida opuesta al nomadismo hasta ese entonces dominante en su estilo de vida.[2]

Familia de Ignacio Coliqueo. Tapera de Díaz, Los Toldos, 1865 (foto D. Panunzi).

Existen en la provincia de Buenos Aires descendientes de otras tribus mapuches, pero como unidades familiares nucleares o individuos aislados, que se cuentan en muy reducida cantidad, racialmente puros algunos, mestizados la mayoría, aculturados todos. Puede hallárselos poblando la planta urbana y/o en zonas rurales del partido. Tal es el caso de los descendientes de los capitanejos de la tribu de Pincén (de los pincenes y Nahuel Payún) en el campo de la Cruz Alta, Junín;[3] descendientes de Melinao en La Barrancosa, Bragado; de Rondeau en 25 de Mayo; del cacique Catriel en el partido de Azul y de Pincén en Trenque Lauquen.

Poblacionalmente las 540 familias de Los Toldos, que totalizan unos 2.500 habitantes aproximadamente, representan el 11,5% de la población total de aborígenes de origen mapuche que existen en el país (según Censo Indígena Nacional, 1966-68). En tanto que los mapuches representan el 14,4% de la totalidad de etnias que sobreviven en la Argentina (CIN, 1966-68).

La comunidad Ignacio Coliqueo constituye dentro de la población del partido de General Viamonte el 14,7% de un total de 16.971 habitantes, según Censo Nacional de Población 1980 (INDEC).

La administración está a cargo de la Comisión Ignacio Coliqueo (CAIC), que se rige por estatutos tomados de la Asociación Indígena de la República Argentina (AIRA) y está integrada por descendientes indígenas, entre ellos el Dr. Haroldo Coliqueo, bisnieto del antiguo cacique. (Algunos sectores de la comunidad consideran a la CAIC como una instancia de carácter privado, sin una auténtica representación institucional de la misma.)

Con el fallecimiento de Simón Coliqueo en el año 1902, finaliza para la tribu la era de los cacicazgos.

Así, a través de este informe preliminar, síntesis de un trabajo de campo más extenso, conoceremos algunos de los detalles principales de la situación social actual del último asentamiento aborigen de la provincia de Buenos Aires. Resultado este de un genocidio feroz, que en un pasado no muy lejano se desatara contra las tribus que habitaban sus pampas, en busca de la posesión de las tierras más ricas del país, a costa de la sangre de sus primitivos ocupantes: los mapu-ches, “gente de la tierra”.

2.- Situación racial

De los 2.500 habitantes que tiene la comunidad aborigen Ignacio Coliqueo, solamente el 30% del total es descendiente de indígenas mapuches por vía paterna o vía materna. Se estima que unas 90 personas mantienen su pureza racial por ambas vías, tratándose de ancianos en todos los casos.[4]

3.- Tierras

En 1866, y tras reiterados pedidos por parte del cacique Ignacio Coliqueo, el gobierno del general Mitre, siendo gobernador de la provincia Adolfo Alsina, le otorgó, mediante la ley 474, 10.000 hectáreas de campo y posteriormente (ley 552 de 1868) 6.000 más, con la cláusula de no vender hasta pasados 10 años y previa autorización del gobierno.[5]

De las 16.000 hectáreas originales encontramos hoy, transcurridos 118 años (4 generaciones), que sólo el 30% está en posesión de descendientes directos de indígenas. Además su explotación como unidad económica, entiéndase agrícolo-ganadera, es insuficiente por tratarse de minifundios. El crecimiento de la familia original de hace unos 100 años atrás y las subdivisiones por herencia, han reducido las chacras a extensiones de explotación por debajo del nivel de subsistencia.

Estas tierras, enclavadas en la zona noroeste de la provincia, en términos de aptitud ecológica pueden considerarse en un 70 al 80% aptas para la explotación agrícola y ganadera.

La tenencia de las tierras es otro problema a resolver, ya que si bien los indígenas las ocupan, sólo el 50% de ellos tienen títulos de propiedad de las mismas. Sucesiones inconclusas y manejos espurios de títulos por parte de profesionales inescrupulosos han provocado la pérdida de algunos de ellos. De todas maneras, desde 1978 y de acuerdo a la ley 9.231 se comenzó la entrega de títulos de propiedad, que se halla hoy retardada por falta de fondos para gastos de agrimensura del gobierno provincial. En 1984 se efectuó la última entrega de títulos, restando aún la cesión de aproximadamente 338 más.

La usurpación de territorio aborigen no es sólo historia, actualmente se verifican conflictos de esta naturaleza con abogados que tramitan la titularidad de la tierra de familias indígenas, que con el pretexto de falta de recursos financieros para el pago de impuestos y honorarios por parte de ellas, negocian los títulos. El denominado barrio “Los Eucaliptos” de Los Toldos, es el lugar de concentración de los migrantes comunales que han enajenado o perdido sus tierras por los motivos mencionados.

La circunscripción catastral II del partido de General Viamonte concentra las chacras
que aún pertenecen a los indígenas de la comunidad "Ignacio Coliqueo". (Cartografía
de Mapa Rural).
   
Desde 1978 existe en la Municipalidad de Gral. Viamonte una oficina que está encargada de la entrega de tierras, a nivel del gobierno provincial a través de la Dirección de Geodesia y el Ministerio de Gobierno.

La nueva ley 23.302 Sobre Política Indígena y Apoyo a las Comunidades Aborígenes, promulgada por el gobierno democrático (noviembre de 1985), pone un poco de orden en este sentido, incorporando una cláusula de prohibición de venta de tierras indígenas por un período extenso de tiempo.[6]

4.- Economía

Insertos en una región de la provincia eminentemente agropecuaria y su tradición campesina a partir de un acriollado sendentarismo; los modos de producción son fundamentalmente agricolo-ganaderos. La crianza de animales grandes y pequeños junto con algunos sembrados, constituyen la forma de explotación vigente en las chacras.

Algunos miembros de la comunidad, principalmente los jóvenes, desempeñan trabajos en la ciudad en oficios tales como: carpinteros, mecánicos, maquinistas, maestros, tractoristas, policías, ferroviarios, etc. Otros, tal vez con mayores posibilidades, han logrado montar sus propios comercios y empresas (ej.: compañías de fumigación aérea, casa de venta de productos para el agro, etc.) o se desempeñan como profesionales con títulos de nivel universitario.

5.- Salud

Las enfermedades que afectan la salud de los integrantes de la comunidad, son las comunes a la generalidad de las personas que habitan esta zona de la provincia.

El mal de chagas aparece como una de las enfermedades más perjudiciales, a la vez que otras faltan totalmente: tal es el caso de la diabetes, urea e hipertensión.

Los planes de vacunación se cumplen normalmente, implementándose a través de las escuelas y salud pública municipal. La atención médica se efectúa en el hospital zonal o en alguna de las dos clínicas privadas que existen en la ciudad, disponiendo algunas familias de cobertura médico-asistencial que cubre los gastos de la visita médica.

El índice de ancianidad es alto, debido tal vez a un fenómeno socioeconómico que acelera la emigración de la juventud en busca de nuevos rumbos. Para la atención a la tercera edad existe la granja hogar “Carmen Simón Coliqueo”, con capacidad aproximada a las 85 personas en un predio de cinco hectáreas.

A pesar de la potencial riqueza de las tierras, el flagelo de la desnutrición, aunque en reducido número de casos, está presente; indicando una realidad de pobreza y marginación no superada e inexistente en otros tiempos bajo el imperio de las pautas culturales tradicionales.

Para la atención de consultorio externo existen dos puestos sanitarios, a los que se suma la congregación de las Hermanas de la Caridad (llegadas desde Roma en 1968) que hacen trabajos de enfermería o llevan los enfermos al hospital.

El alcoholismo es otro de los viejos problemas que afectan a la comunidad. Una ordenanza municipal, con intenciones de controlar el consumo, prohibió el expendio a menores y fijó las 21 hs. como horario máximo permitido a la venta de bebidas alcohólicas en los días laborables.

6.- Educación

Existen dispersos en territorio de la comunidad cinco colegios provinciales con comedor, uno de los cuales dispone de doble escolaridad y dos poseen jardín de infantes. Un sexto colegio es una escuela hogar con capacidad de albergue para unos 250 niños, y por último una escuela de enseñanza diferenciada cuya capacidad oscila en las 50 personas.

La concurrencia escolar se estima alrededor de 550 alumnos de nivel primario, además de contar con jóvenes cursando el secundario y otros de nivel terciario en la planta urbana, viajando todos los días o instalados en pensiones; y en menor número carreras universitarias fuera de la comunidad, en algunos de los centros de altos estudios de importancia dentro del país.

El analfabetismo se radica principalmente en la población adulta y anciana, que en tiempos pasados no disponía de los centros de educación antes mencionados. De todas maneras se está llevando a cabo, por parte de la CAIC, una tarea de incentivación a la participación en algunos de los tres centros de alfabetización que recientemente se han instalado en la comunidad, como parte del Plan Nacional de Alfabetización que se está aplicando en la República.

Lamentablemente la orientación de la educación no tiende a revalorizar la cultura tradicional del pueblo mapuche, como así mismo su lengua ya prácticamente perdida, a excepción de contados miembros que hoy la hablan con fluidez y otros que conocen y entienden palabras sueltas. El castellano es el idioma de enseñanza y el que habitualmente se utiliza dentro de la comunidad. El Dr. Haroldo Coliqueo se ha empeñado en rescatar en lo posible el idioma mapuche, conjuntamente con el Padre suizo Meinrado Hux, historiador y hablante de la lengua.

Anteriores intentos de reconstrucción cultural a través de las artesanías, con maestros araucanos traídos de los asentamientos del sur argentino, han caído en el olvido por falta de recursos para continuar la tarea, vaciando de alumnos el aula-taller que la comunidad posee.

Poco y virtualmente nada saben hoy los jóvenes descendientes de los antiguos guerreros del país de las araucarias, de su glorioso pasado, de su cultura espiritual y ergológica y de sus valerosos caciques.

7.- Religión

Ignorantes de sus viejas creencias y rogativas, el “Ngenechen” ya no rige los destinos sagrados de la comunidad. Durante largo tiempo de contacto con la comunidad nacional, la integración y con ella la deculturación, han borrado de las mentes de los actuales habitantes de la tribu, no sólo su cultura, sino también su ancestral fe. El terreno se abonó con el nuevo cielo y la Iglesia cosechó para sí el alma de los paisanos.

El catolicismo es el imperante aquí, aunque existen otras órdenes religiosas (evangelistas y protestantes) realizando su trabajo de catequesis. Tres capillas “estratégicamente” ubicadas reciben a los feligreses en su oficio dominical.

Los conflictos religiosos que otras comunidades aborígenes experimentan, se hallan aquí notablemente reducidos por largos años de transculturación, compulsiva en sus inicios, y que hoy finalmente penetró en las nuevas generaciones criollas.

El último rito de características indígenas (“nguillatún”) se celebró en la tribu en el año 1900, con la presencia de la “machi” (sacerdotisa) Doña María Hortensia Roca, a quien llamaban “Santa María”; que concluyó con la detención de los participantes y la posterior expulsión de la machi de la tribu.[7]

8.- Situación socio-política

En la relación interétnica, a pesar de la cotidiana convivencia de ambas sociedades en el trabajo y otras actividades, quedan aún claros vestigios en la comunidad nacional de racismo y desprecio social hacia los descendientes indígenas, con preponderancia en los niveles más pudientes, quienes mantienen una actitud reacia al trato, no aceptando el contacto más allá de lo imprescindible y estrictamente necesario por cuestiones de contratación de mano de obra.

La situación se manifiesta diferente en las capas sociales pobres, quienes comparten un destino similar al del trabajador indígena (o mestizo). Concurren a las fiestas y bailes que se organizan dentro de la tribu, mantienen relaciones de amistad y consuman casamientos.

Las relaciones de fricción se han distendido y son perceptibles las diferencias de trato y convivencia en relación con apenas 20 años atrás. Con todo, algunas actitudes de pobladores de la planta urbana manifiestan un rechazo subyacente hacia la comunidad indígena.

La Comisión Aborigen Ignacio Coliqueo (CAIC), fundada en 1971 e integrada por descendientes de indígenas, además de las funciones de administradora de la tribu, cumple la misión de enlace con la sociedad nacional y lleva adelante los reclamos e iniciativas que surjan de las necesidades de la comunidad.

El Dr. Haroldo Coliqueo (nacido en Los Toldos en el año 1929 y graduado de médico en la Universidad de La Plata en 1956) desarrolla por su parte una tarea de difusión y esclarecimiento con respecto a la tribu, a través de un excelente audiovisual y posterior debate, en todas las ciudades a las que se lo invita. En él refleja la realidad actual de su comunidad, antecedida por una apretada síntesis histórica del origen y trashumancia de la tribu por las pampas argentinas. Es autor además de un pequeño trabajo titulado: “Los Toldos, raíces mapu-ches” (1985), que se vende en las librerías y cuyos beneficios económicos están destinados al desarrollo de la comunidad aborigen.

Participa junto a otros representantes de etnias nativas argentinas en congresos de indigenismo crítico.

La CAIC está integrada a la AIRA (Asociación Indígena de la República Argentina), ente aglutinador de los esfuerzos de las comunidades aborígenes en reclamos de tierras y participación política.

Un serio problema al que se enfrenta la comunidad Ignacio Coliqueo, es la migración de un estrato de la sociedad comunal, fundamentalmente joven, de las chacras hacia los centros poblados en busca de mejores oportunidades de trabajo y de vida. Esto acelera el proceso de destribalización de la comunidad, cerrándole la puerta al futuro.

La recientemente promulgada ley 23.302 Sobre Política Indígena y Apoyo a las Comunidades Aborígenes (año 1985), proyecto del senador nacional Fernando De La Rúa y otros (UCR), significa un aporte importante a la sociedad india. Entre algunos de sus artículos se sostiene la enseñanza en la lengua indígena materna en los tres primeros años de educación escolar, continuándosela en bilingüe; revalorización de la identidad histórico-cultural de la etnia, teoría y práctica del cooperativismo, asistencia a la salud, titularidad de las tierras y otros ítems de trascendencia.[8]

De creación reciente es la Comisión Municipal de la Comunidad Ignacio Coliqueo, compuesta por el intendente del municipio y otros miembros del ejecutivo, concejales de distintos bloques (UCR y PJ) y dos integrantes de la comunidad aborigen.

Tiene previsto esta comisión desarrollar tareas de apoyo y motivación en temas de educación, producción agropecuaria, salud y otros.

La documentación personal, de la que todos disponen, es un instrumento de ayuda en las tramitaciones y reclamos territoriales que en forma individual las familias realizan, aunque no suficiente para evitar la rapiña de tierras que el “huinca” (blanco) con artimañas y sutilezas lleva adelante.

Se calcula en un 70% la presencia de personas extrañas a la comunidad con propiedad de tierras originalmente indias, en las que efectúan tareas de explotación agrícola y/o ganadera.

9.- Conclusión

La cuestión indígena en la Argentina, como en toda América, encierra situaciones complejas y no pocos momentos críticos. Lejos está la realidad de suponer al indio vencido, o peor aún, desaparecido; los pueblos aborígenes luchan por su libertad y en la medida que puedan ocupar el lugar que les corresponde en la sociedad global, harán un aporte enriquecedor a la nacionalidad argentina desde su propia perspectiva y valorización histórica. En la multiplicidad étnico-cultural radica la mayor potencialidad de nuestra nación, desterrando hegemonismos retrógrados y paternalismos de dominación encubierta. Puestos, blancos y cobrizos, en un nivel de igualdad, las diferencias se trastocarán en suma de bienes y valores que engrosarán nuestras experiencias, acercando “nuevas” -para nosotros- soluciones a viejos problemas. Sólo se necesita la humildad mínima por parte de la occidentalizada sociedad nacional, para comprender que más allá de sus propios logros subyace otra realidad con connotaciones políticas, sociales, económicas, religiosas y también científicas, con siglos de existencia y probada eficacia (su perennidad así lo expresa).

Ignacio Coliqueo debió decidir y decidió sin volver la vista atrás. Resignó las pautas culturales de su gente para poder vivir en paz con el blanco y pagó un precio demasiado alto, pero la subsistencia tiene también un elevado valor para cualquier sociedad que la esté arriesgando. Nadie con seriedad puede hacer hoy un juicio de valor histórico sobre la determinación del cacique, nadie que no haya sentido con su piel y mirado con sus ojos podrá conocer las dudas y aspiraciones del que fue llamado “indio amigo”.

La comunidad en la actualidad ha logrado un mayor grado de desarrollo, si se la compara con las de sus hermanos del norte o del sur, quienes viven en mayor precariedad y marginación. De todas maneras serios problemas afectan a la tribu y la solución de los mismos se torna urgente.

Analicemos sólo algunos de ellos:

a) Titularidad de la tierra: la entrega de títulos, que comenzó en 1978, sólo agravó la situación de disgregación comunal, debido a que la cesión se hizo a individuos y no al conjunto, es decir, a la comunidad a través de una personería jurídica. El campesino se encontró así, propietario de una extensión de tierras insuficientes para la explotación y con la inédita posibilidad de venderla, lo que hizo sin dudar. Los resultados fueron negativos, aislándose de su medio natural y social y sin experimentar seguridad económica  a largo plazo, cuando no rotundos fracasos. La correcta aplicación de la ley 23.302 puede constituir un freno a este problema.

b) La necesidad de un mayor control y mejor asesoramiento legal en la tramitación de títulos de propiedad de tierras, a fin de evitar engaños y despojos.

c) La reducida extensión territorial de las chacras, que ya mencionáramos, hace necesaria la organización de una explotación cooperativa de los campos. Los logros que se consigan en este sentido, creando fuentes de trabajo y riqueza, podría también disminuir la emigración de la juventud, abriendo una perspectiva nueva hacia el futuro.

El trabajo en la reconstrucción cultural del grupo, a través del idioma, artesanías, historia, etc., es un tema principal en educación. El paso se daría, como alguna vez ya se hizo, con maestros mapuches del sur del país; pero sin descuidar la formación de docentes bilingües, descendientes de indígenas, para intentar esta recuperación con un programa de educación adecuado, inserto en las escuelas de la comunidad.

Tal vez los “últimos” sobrevivientes se conviertan, en un devenir no muy lejano (el tiempo les juega en contra) en “nuevos” procreadores de un modelo que, hundiendo sus raíces en la fértil Mapú (Tierra), absorba toda la sabiduría de los viejos caciques que en ella descansan.


Los Toldos, Buenos Aires
Agosto de 1986




* Publicado en el Boletín IWGIA. Volumen 6, Números 3-4. Copenhague, diciembre de 1986. Págs. 28-41. Artículo revisado para la presente publicación. Las opiniones en él vertidas responden a la situación que se vivía en aquel momento en la Tribu toldense.
[1] HUX, Meinrado: Coliqueo, el Indio Amigo de Los Toldos. Buenos Aires, 1972. Págs. 7-8, 10-11 y 50.
[2] Idem, pág. 65.
[3] HUX, Meinrado: Los Toldos, carta al autor del 24/10/1988 y comunicación personal del 19/04/1989.
[4] Según el Dr. Haroldo Coliqueo, comunicación personal, 1986.
[5] HUX, Meinrado: ob. cit., págs. 95 y ss.
[6] Publicada en el Boletín Oficial el 12/11/85.
[7] HUX, Meinrado: ob. cit., págs. 261-264.
[8] Boletín Oficial: 12/11/85.


CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO:

FAVA, Jorge: 2014 [1986], “Los aborígenes de la provincia de Buenos Aires. Los últimos sobrevivientes". Disponible en línea:  <www.
larevolucionseminal.blogspot.com.ar/2014/02/los-aborigenes-de-la-provincia-de.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].